Newell’s terminó el fin de semana aliviado. No ganó, es cierto. Y ya hace ocho fechas que no lo hace. Pero todos en el universo leproso valoraron no haber perdido un partido que, en la previa, parecía “perdible”: por el presente de ambos equipos y por los pesados antecedentes entre ambos.

Los cuatro derrotas consecutivas ante Central eran una mochila que les dificultaba el andar a los jugadores de Bernardi. Y el propio DT arribaba a esta contienda con el crédito a punto de acabarse: los hinchas estaban enfadados con todo y con todos, pero especialmente con el DT (vale recordar el cambio de Fernández por Scocco ante Defensa).

Por eso, la premisa era, de mínima y sobre todo, no perder. Y el equipo no perdió. Jugó un partido inteligente, neutralizó a su rival, acabó el partido sin demasiados sobresaltos y hasta pudo ganarlo en un par de ocasiones de gol, que fueron incluso las más claras del partido.

Ahora bien: el efecto de este empate, el viento de cola en el ánimo de la tribuna, se acabará más que pronto: el mismo sábado que viene, cuando San Martín de San Juan visite el Coloso (iría a las 19). Una vez que el balón empiece a rodar, las exigencias y la necesidad ocuparán otra vez todo el espacio.

Las buenas señales que enviaron Unsain, Cáceres, Villalba y Boyé (los destacados del clásico) deberán encontrar consonancia en el resto, que tendrá que contagiarse no ya para tratar de enderezar el barco, sino para avanzar a paso firme a buscar la mayor cantidad de puntos posibles en los cotejos que faltan.

El fixture le marca que tras el Santo, llegarán Estudiantes, Huracán, Nueva Chicago, Lanús y River. Y de la imagen que deje en este tramo final (quizás ya con la incorporación de Formica, que ganó minutos en el Gigante) dependerá el futuro. De varios jugadores y, sobre todo, del entrenador.