Consumada otra caída en el clásico de la ciudad, al hincha de Newell's lo persiguen dolorosas preguntas sin respuestas. Dudas (o más bien reproches) acerca de tal o cual decisión táctica del entrenador o rendimiento individual, que al cabo explican en parte el tan claro como lacerante 1 a 0 para Central.

¿Es sólo una cuestión de actitud? No lo parece. Quizás sí haya razones vinculadas al espíritu, atadas a esas tres derrotas precedentes que seguramente significaron una presión para algunos jugadores, pero la verdad es que la llave canalla para quedarse con el clásico fue concebida en el terreno futbolístico.


De hecho, apelando al sentido común y, sobre todo, el conocimiento de este deporte que tienen los hinchas, a ningún fanático rojinegro debería parecerle ilógico que un conjunto en formación, que arrastra un semestre pálido de falta de identidad y bajo nivel individual pierda, sólo tres partidos después de un cambio de DT, contra un equipo más aceitado, con una idea definida y en un buen momento como este Central.

Francamente, la caída leprosa no parece estar atada a una cuestión de deseo o hambre deportivo (o falta de él), si por eso puede entenderse a correr hasta el final y meter la patita, sino más bien a aptitudes que los diferencian. Y ahí sí se abre el terreno para hallar responsabilidades, decisiones erróneas o fracasos deportivos que expliquen el 0-1.

La alegría sólo canalla.
Maxi, desenfocado; Central festeja. Télam.



¿Por qué?

Para hallar razones de juego, vale empezar por la conformación táctica y nominal del equipo, que salió a jugar con un dibujo táctico y sus respectivos ejecutores distintos a los últimos antecedentes. ¿Por qué cambió Bernardi la disposición en la cancha?

Ayer, Mateo fue prácticamente último hombre en una línea defensiva de cinco jugadores. A sus costados, Marcos Cáceres y Leandro Fernández: el paraguayo en una posición que hacía rato no cumplía, el Coty demasiado expuesto a su flojo nivel y su escasa velocidad.

Sorprende que el DT haya barrido la idea defensiva con la que había encarado los encuentros anteriores y, sobre todo, la ausencia de Víctor López, quien vio desde el banco el juego “por una decisión táctica”, según confesó el propio conductor.

En el medio, todos actores distintos a los que se vieron con Tigre: sin Villalba suspendido, también volaron de la formación el debutante Lucas Mugni y el pibe Mancini, y aparecieron Bernardello y Denis Rodríguez, este último demasiado solo en la idea de presionar bien alto, voluntad que dejó de lado rápidamente al darse cuenta de que era estéril.

Arriba, Tévez volvió a decepcionar en cruces de este calibre, pero no sólo por impericia propia, sino (y sobre todo) por falencias estructurales. Y de Maxi Rodríguez y Scocco se esperaba mucho más: la Fiera no pudo pesar en el trámite y fue consumido por la intensidad canalla, mientras que Nacho sólo inquietó con pelota detenida pero no pudo engancharse a un circuito que estuvo apagado.

Apóstrofe para el arquero Oscar Ustari, que a juzgar por sus actuaciones en los últimos clásicos – su (no) reacción en el gol de Nery Domínguez en el 0-2 anterior y la manera en la que resuelve su (no) intervención en el gol de Ruben –, parece sufrir una debilidad mental impropia de los arqueros más ganadores, que jamás harían lo que hizo el ex Rojo en esas dos acciones citadas: desentenderse de la jugada, tener bloqueada la reacción, como si ya estuviera convencido de que el destino en esas jugadas será el de ir a buscar la pelota adentro.

El futuro

Probablemente la magnitud del partido haya confundido a Bernardi y lo haya llevado a buscar soluciones mágicas para un equipo al que le faltan decenas de horas de trabajo. Quizás (improbablemente), el hecho de pensar que van apenas tres partidos de un nuevo ciclo haga menguar el dolor por esta derrota.

Tendrá el técnico una tarea brava ante la marea de críticas que recibe por estas horas. Será momento de aceptar errores, tranquilizarse, definir la idea, apostar por ella y trabajar duro. Todo un desafío para un tipo que conoce tan bien el oro como el polvo en un ámbito espinoso como el fútbol.