La primera consistía en armar cañitas voladoras con el papel metalizado que viene en los atados de cigarrillo, unido en forma de flecha a la cabeza de un fósforo.

La segunda—un poco más temeraria y peligrosa—comenzaba con un ilícito intrafamiliar: había que robarle el paquete de virulanas a la vieja, luego conseguir un cable, atarlas a un extremo, darles mecha y hacerlas girar por sobre la cabeza logrando que en un punto de la vuelta golpeen contra el piso.

Aquello generaba un efecto de chispas circulares que volvía loco a toda la banda y nos regalaba un minuto de felicidad en aquellas noches de verano donde también se jugaba a las escondidas mientras los vecinos disfrutaban del fresco sentados en la puerta.

Hoy en día resulta una práctica muy peligrosa y recomendamos enérgicamente que ningún niño o adulto la realice ya que sus consecuencias pueden ser graves para la salud. Por otro lado lo que sí alentamos es que vean el video de este ruso que realiza el experimento de las virulanas protegido por ropas que le cubren todo el cuerpo y lentes para los ojos.