El contexto actual nos lleva, a veces sin querer, a estar inmersos en el mundo tecnológico. Las conexiones digitales se han convertido en algo común. Se encuentran en cualquier lado, principalmente en la forma en la que interactuamos socialmente. En palabras de Natasha Saltes (2014), “La integración de las TIC en nuestra vida cotidiana ha transformado la manera en que producimos, difundimos y accedemos a la información, la forma en que se interactúa con los demás y cómo navegar a través de entornos socio-espaciales complejos y multifacéticos”.

Evidentemente han evolucionado las perspectivas de un punto de vista práctico comenzando con los contextos sociales y culturales del uso de las TIC (Técnicas de la Información) a tal grado que muchas veces salir de casa sin el teléfono celular o trabajar sin una computadora o Tablet se plantea como imposible.

Algunos enfoques centran la importancia en el cambio de comportamiento, que se traduce no solo en intenciones y decisiones deliberadas, sino también en la interacción con los artefactos tecnológicos.

Entender las dinámicas del uso de la tecnología nos puede llevar a un escenario de algunas contradicciones de la percepción y conducta en la vida diaria (Frissen & Marc, 2006). Es ahora donde tienen cabida los planteamientos como el de Neil Postman con su libro Tecnópolis, La rendición de la cultura a la tecnología (Postman, 1994) que en su momento sonó radical, ahora es un punto primordial de la crítica a la denuncia de la seducción tecnológica ante la creatividad cultural sólo atrapadora de audiencias en palabras del autor: “La ausencia de controles sociales sobre la tecnología la despoja de una base ética reconocible, de una dimensión social y cultural propia de una sociedad soberana”

Hasta ahora el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (American Psychiatric Association, 2014) en su esperada Quinta edición, sección “Afecciones que necesitan más estudio” contempla el trastorno de juego por internet como una de las novedades dentro de su nueva versión.

El trastorno toma en cuenta el uso persistente y recurrente de internet para participar en juegos, a menudo con otros jugadores, que provoca un deterioro o malestar clínicamente significativo en un periodo de 12 meses, incluyendo síntomas como:

a) Preocupación con los juegos de internet.

b) Síntomas de abstinencia al quitarle los juegos de internet.

c) Dedicar cada vez más tiempo.

d) Intentos infructuosos por controlar el juego.

e) Pérdida de interés por otras aficiones.

f) Jugar a pesar de los problemas asociados.

g) Engañar a las personas cercanas del tiempo que juega en internet.

h) Usar el juego por internet para evadir o aliviar efectos negativos.

i) Poner en peligro o perder una relación significativa, trabajo u oportunidad educativa o laboral debido a su participación en el juego por internet.

Dentro del diagnóstico del trastorno se identifican los criterios anteriores y posteriormente se hace la diferencia con otros trastornos mediante la exclusión de otras posibles causas (a lo que se denomina diagnóstico diferencial) que muestren un cuadro clínico semejante al que el paciente presenta. Es en esta parte que clarifica que el uso excesivo de internet, no implica jugar online; y lo hace evidente el uso excesivo de las redes sociales, como Facebook o ver pornografía online; no son considerados.

Al respecto la especialista Dolors Reig2 en su artículo titulado el DSM5 no incluye la adicción a internet como trastorno diagnosticable (2012) es evidente que no en todos los casos podemos hablar de conducta adictiva y muchas veces es la sociabilidad de los seres humanos la que se manifiesta. Esto también se debe a una tecnología potente y accesible en el bolsillo, donde es complejo distinguir usos normales y patológicos, aún más cuando está altamente vinculado con su cualidad básica social del ser humano.

Sin embargo para algunos autores, como Xavier Carbonell (2014) el DSM siempre ha sido reacio a reconocer que las adicciones conductuales son un trastorno mental, pero el plano tecnológico no es un tema nuevo, pues el interés se da desde 1995, con Griffiths que abordó las denominadas “adicciones tecnológicas”, actualmente diversos estudios analizan la dependencia a las redes sociales, como Facebook y la adicción al teléfono móvil (Echeburua y De Corral, 2010; Pedrero, Rodríguez y Ruiz, 2012 y García, 2013 citados por Carbonell, 2014). Surfear en la red, jugar a un videojuego, telefonear o enviar SMS o WhatsApp pueden ser: conductas excesivas, capaces de ocasionar consecuencias negativas; malestares transitorios que remitirán espontáneamente al cabo de un tiempo; estados evolutivos en los que la comunicación con los pares es vivida como esencial; o necesarias adaptaciones a un nuevo instrumento de comunicación (Carbonell, 2014, pág. 93)

En un plano más radical, como el psiquiatra Tao Ran define que “la adicción a internet provoca en el cerebro problemas similares a los derivados del consumo de heroína, destruyendo las relaciones sociales y deteriorando el cuerpo” (Aldama, 2014). Esto se da en China que es el país con mayor número de internautas del mundo (632 millones en julio, 2014), y que considera que el 10% de los menores de edad que navegan por la Red son adictos a ella.

En lo que se formaliza o no el término “adicción al internet”, tomamos los criterios de Adicciones.org para identificarla que da el especialista Dr. Saúl Alvarado (2012):

1. Compulsión por actividades en-línea

2. Adicción al cyber-sexo

3. Adicción a los cyber-romances

4. Adicción a la computadora

La adicción a las actividades en línea incluye, la compulsión por: las subastas, la navegación web, el juego de azar en línea.

La obsesión con la programación, con los juegos de computadora, así como la búsqueda compulsiva de sexo y relaciones disfuncionales a través del internet, forman parte de este síndrome:

El abandono de la vida familiar y/o social, el descuido de las funciones laborales, así como el deterioro de la higiene y salud física a raíz de la inversión de energía y el tiempo invertido en la adicción al internet, son característicos de este desorden.

Es tal vez necesario el estudiar el equilibrio entre el uso y el abuso como elemento que debemos tomar en cuenta para considerarlo enfermo, sin dejar a un lado que el internet y sus dispositivos digitales son sólo un recurso para la vida cotidiana, nunca la sustitución de la misma.

Fuente: revistaccesos.com