El envejecimiento es un proceso natural que, cuando menos a día de hoy, no se puede detener. Menos aún revertir. Sin embargo, está en nuestras manos que este proceso sea más o menos saludable, que envejezcamos "mejor" o "peor". Y es que si bien las personas mayores, y sobre todo las muy mayores, tienen una peor condición física que la que disfrutaban en su juventud, no tienen por qué ser "frágiles". No en vano, la adopción de hábitos de vida saludables previene en gran medida esta "fragilidad" en la edad avanzada y, por ende, ayuda a reducir el riesgo de problemas de salud y discapacidades. Sería el caso, por ejemplo, de practicar ejercicio. Y asimismo, de alimentarse de manera adecuada. De hecho, un estudio llevado a cabo por investigadores del Colegio Universitario de Londres(Reino Unido) muestra que los mayores que siguen la dieta mediterránea tienen una probabilidad muy, pero que muy inferior de convertirse en personas frágiles.

Como explica Kate Walters, co-directora de esta investigación publicada en la revista "Journal of the American Geriatrics Society2", "nuestro trabajo demuestra de forma muy consistente que las personas mayores que siguen una dieta mediterránea tienen un menor riesgo de padecer fragilidad. Concretamente, las personas que más se adhieren a este tipo de alimentación presentan, en general y frente a aquellas que la siguen en menor medida, menos de la mitad del riesgo de convertirse en ‘frágiles’ a lo largo de un periodo de casi cuatro años".

Menos frágiles, más independientes

La "fragilidad" es, básicamente, un síndrome biológico –si bien notablemente influenciado por los factores cognitivos y sociales– consecuente con el deterioro de la condición física asociado al envejecimiento. Una fragilidad que cada vez resulta más común en la población mayor y que aumenta significativamente el riesgo de padecer, entre otras "complicaciones", caídas, fracturas, discapacidades y demencia. Así, la fragilidad no solo incrementa el riesgo de mortalidad de los afectados, sino que impacta de forma muy negativa sobre su calidad de vida –pudiendo llegar a negarles una vida independiente.

Pero, ¿cómo se establece exactamente si una persona mayor es o no frágil? Pues para serlo, debe cumplir con al menos tres de las siguientes características: pérdida inintencionada de peso, falta de fuerza, lentitud en la marcha, actividad física escasa y falta de energía.

Pero, ¿cómo se explica que la dieta mediterránea ayude a prevenir esta fragilidad? Pues porque como indican los autores, este tipo de alimentación en la que priman las verduras, las frutas y los cereales integrales parece ayudar a las personas mayores a mantener su fuerza muscular, su actividad, su peso y sus niveles de energía.

En definitiva, como concluye Gotaro Kojima, co-director de la investigación, "nuestro trabajo refuerza las evidencias, cada vez más numerosas, sobre los potenciales efectos beneficiosos de la dieta mediterránea, en este caso por ayudar a las personas mayores a seguir bien con el paso de los años".