Apoyo, guía, sostén, poder, soberanía y comando son algunos de los significados que el imaginario colectivo le adjudica al bastón presidencial, atributo junto con la banda, del presidente de la Nación. Desde 1983, el artesano argentino de renombre internacional Juan Carlos Pallarols se encarga de construir el bastón presidencial y a poco más de dos meses de la asunción del nuevo mandatario, describe el proceso de creación colectiva que acompaña a la simbólica pieza.

En América, siguiendo las costumbres y el ceremonial español, el bastón se utilizó desde la época del Virreynato del Río de la Plata como símbolo de mando. Lo usaron gobernadores, virreyes, capitanes generales, subtenientes y regidores de justicia.

En Argentina, hasta 1983, la tradición marcaba que quien confeccionaba el Bastón Presidencial era el prestigioso joyero Luis Ricciardi. Así venía siendo por costumbre, y tanto la tradición como la costumbre eran por entonces determinantes. Quizás por esa razón, cuando el padre de Juan Carlos Pallarols, Carlos Pallarols Cuni, también orfebre, creó un bastón para el presidente Arturo illia, en 1963, éste se negó a recibirlo.

Pero 20 años después, el mismo Juan Carlos fue quien logró modificar la costumbre e introducir un cambio en la tradición que parecía inamovible. A pesar del descontento de la Casa Militar, el presidente Raúl Alfonsín prefirió el modelo de bastón propuesto por él, por sobre el de estilo europeo que habían utilizado los presidentes y dictadores anteriores. A partir de entonces, cada 10 de diciembre del año previo al inicio de un gobierno democrático argentino, Juan Carlos Pallarols inicia la confección del Bastón Presidencial Argentino.

El día a día en el taller de San Telmo

“Estar vivo es una gloria. Poder trabajar es una maravilla y poder trabajar en un oficio como éste es una bendición de Dios. En realidad, yo no puedo decir que estoy trabajando, sino que estoy jugando”, afirma Pallarols en diálogo con Rosario3.com, y cuenta que cuando era chico y aprendía el oficio, su abuelo le enseñó cada técnica haciendo un autito, una ruedita o una carretilla. “Así aprendí el oficio. Yo creo que hoy sigo haciendo lo mismo. Siento que nunca he trabajado”, dice convencido.

Se escuchan ruidos de fondo. Es que en minutos empezará a realizarse una obra de teatro en el taller que Juan Carlos tiene sobre la calle Defensa al 1000, en San Telmo, Buenos Aires. Él le presta el espacio a la Compañía de teatro de Agustín Alezzo, que está a punto de poner en esecena una obra de Armando Discépolo titulada El Vértigo. La pieza –nada es casual– trata de una historia de amor en un taller de platería.

“Esto es más que un taller. Es un escenario, un centro cultural donde siempre se hace algo en beneficio de la paz, de la amistad, de la reconciliación. Hay gente que viene a hacer pequeños conciertos. Yo busco que acá se respiren cosas lindas”, cuenta entusiasmado el nieto de José Pallarols (también orfebre), y padre de Adrián, cultor del mismo arte y diseñador del cáliz que el Papa Francisco usó durante su visita a Estados Unidos, a fines de septiembre.

La puesta teatral en el taller que funciona como centro cultural. (Facebook Pallarols)

Artesano, nunca artista

“Cada pieza que hacemos acá es única. Siempre trabajamos así. Y esto puede ser un poquito incómodo para el cliente, porque no es cuestión de elegir una pieza del estante y llevársela. Nosotros dibujamos la pieza y la hacemos, pero antes de hacerla, el cliente me tiene que contar alguna historia bonita, algo que me inspire a mí también para poder realizarla. Si las personas somos todas diferentes, ¿por qué tenemos que tener las cosas iguales?”, se pregunta. Y también se responde: “Tal vez, cuando tenía 18 ó 20 años me sentía artista, no sé, un tonto y no me permitía trabajar con la gente; pero hoy me siento un artesano y siento que en el servicio, en el intercambio, los clientes me enriquecen”.

“Es una constante seducción desde el cliente hacia nosotros y al revés. Al principio están medio reacios, pero si se animan a dar algunos golpecitos, se empiezan a entusiasmar, porque van viendo la evolución que hace ese lingote hasta transformarse en el pimpollo de una rosa, en una orquídea, en un mate o en un facón. Con la intervención de ellos, el objeto mejora mucho más”, relata Juan Carlos.

Pero lo curioso del “estilo Pallarols” no se agota en la novedosa modalidad colaborativa entre artesano y clientes. Juan Carlos cuenta que muchas piezas se siguen retocando con el tiempo, para acompañar los devenires de la vida. “Por ejemplo –cuenta– hemos diseñado rosas de plata para el regalo a una mujer y con el tiempo, cuando esa mujer fue madre, le hemos agregado un pimpollo”.

La rosa de plata similar a la realizada para Máxima Zorreguieta en el taller. (Facebook Pallarols)

Últimos retoques al Bastón Presidencial Argentino

Al igual que el resto de las piezas diseñadas en el taller de Pallarols, el Bastón Presidencial Argentino también está abierto al intercambio entre el hacedor y la gente.

“En el bastón de mando que estoy haciendo han trabajado ya millones de personas, y estoy convencido de que la pieza con cada persona se enriquece. Nos enriquecemos mutuamente. Tendríamos que aprender a compartir más, para tener más y para poder dar más. Esto se aplica a la economía y también al arte”, dice el artesano autor de uno de los clásicos atributos presidenciales, que desde 1983 mantiene la técnica del trabajo compartido. Cada uno que trabaja en el bastón, también escribe y deja su mensaje.

La técnica del cincelado del Bastón Presidencial abierta a la participación colectiva.
(Facebook Pallarols)

“Yo siempre acompaño el bastón con dos o tres libros que la gente va llenando con mensajes. En esas páginas las personas cuentan cuáles son sus deseos y esperanzas para el próximo gobierno y le piden al nuevo presidente que sea honrado. Si el mandatario leyera antes de asumir lo que le han escrito –asegura– le vendría fantástico”.

El libro con los mensajes al nuevo presidente de la República. (Facebook Pallarols)

El bastón más famoso de la Argentina es de plata y madera de urunday, y tiene sólo los laureles y el sol hechos en oro. Tiene el escudo y 24 cardos, uno por cada provincia argentina, para darle un sentido federal y republicano.

“La madera de urunday no es cara. Se usa para hacer tranqueras, varillas de alambrado y andamios. Es muy resistente, pero no es tan dura como el quebracho. Brilla por sí sola. Tiene una cera y una resina tan ricas que la hacen incorrompible. No la ataca ni la polilla, ni el bicho bolita, ni el bicho taladro. Es todo un símbolo”, afirma Juan Carlos.

La pieza ya fue aceptada como un símbolo patrio y se realiza siempre con las mismas características. La única particularidad depende de la altura del presidente. Si es muy alto o muy bajito, se adapta el largo que oscila entre 0,95 m. y 0,88 m.

El modelo del Bastón Presidencial Argentino que se usa desde 1983. (Facebook Pallarols)

“El bastón se hace antes de saber quién será el nuevo presidente –explica–; no me gustaría saber quién será el destinatario, porque lo haría con más o menos simpatía, según quien fuere, y eso podría transmitirse a la obra. Ésa es la razón fundamental –remarca– por la que el cetro se realiza siempre antes de que se conozca el ganador de las elecciones presidenciales”.