Una de los principales problemas de la escuela tradicional es la manera en la que se enseñan los contenidos. Esta enseñanza consiste en un proceso rutinario de transmisión de información de una cabeza a otras cabezas. De esta manera los alumnos aprenden a superar exámenes, pero sin motivación por aprender y faltos de capacidades esenciales para el siglo XXI.

En la escuela tradicional el aprendizaje es pasivo. Los alumnos escuchan lecciones magistrales, consumen trocitos de conocimiento que, a menudo, no tienen relación alguna. Una vez realizada esta primera fase deben recordar esos trocitos de conocimiento que han consumido para trasladarlos a los exámenes o trabajos.

Sería interesante que aplicaran los conocimientos que han consumido generado en un contexto real para que entendieran lo que están aprendiendo. No hacerlo provoca un serio problema: la mayoría de los alumnos al pasar el examen no recuerdan absolutamente nada de lo que se les pidió que memorizasen, lo que conlleva que estén mal preparados para la siguiente fase de su educación y para la vida misma.

El objetivo principal no debería ser la adquisición de conocimiento y sí desarrollar una serie de habilidades mediante diferentes procesos como la resolución de un problema, la creación de un producto, la generación de un nuevo entendimiento, la realización de un proyecto emprendedor, etc.

La escuela tradicional hace que los alumnos sean consumidores, mientras que la escuela que está llegando hace que los alumnos sean creadores. Acá está la gran diferencia. 

Fuente: Manuel Velasco, maestro y editor