Plantear la educación según las habilidades exigidas en el actual y futuro mercado de trabajo es una de las ideas más repetidas por los expertos internacionales que han participado en las terceras jornadas educativas de la Fundación Santillana que se desarrollaron este año. Una idea que también defendió el representante de la OCDE, Dirk Van Damme, convencido de que la política educativa actual se enfrenta a mayores retos en tiempos más difíciles.

El experto señala que el consenso político en materia educativa está desapareciendo en muchos países. “La innovación es parte de la solución”, dijo, y explicó que esta innovación requiere “adaptar los currículos a la demanda de habilidades del siglo XXI, no dejar a un lado los beneficios potenciales de la tecnología y alienar la pedagogía con las recientes pruebas de investigación del aprendizaje”. Con ello se conseguiría, según este experto en educación internacional, preparar al alumno para ser más creativo y crítico, dejando a un lado el aprendizaje del pensamiento estandarizado.

Aportar nuevas ideas y soluciones, saber presentarlas ante una audiencia o cuestionarlas, desarrollar el pensamiento analítico, escribir y hablar una lengua extranjera o dominar las nuevas tecnologías son algunas de las habilidades que enumeró Van Damme entre las exigidas en el mundo laboral y que debieran desarrollarse en la escuela. Pero también destacó otras, conductuales y sociales, que, en su opinión, son incluso más importantes: confianza en uno mismo, perseverancia, pasión, liderazgo o comunicación, por ejemplo. “Tenemos que centrar la enseñanza en el talento y las habilidades de cada alumno. No se trata de aprender para aprobar sino de conseguir satisfacción en el aprendizaje, alegría de aprender”, explicó Van Damme casi al término de su intervención, en la que también remarcó la necesidad de contar con los profesores para hacer una reforma educativa de calidad, idea que enfatizó el presidente del Consejo Escolar del Estado, Francisco López Rupérez.

“Cuanto más intenso es el uso de la tecnología en la escuela, más importante es el papel del profesor”, explicaba López Rupérez en su exposición, al tiempo que reflexionaba sobre el punto crítico de la reforma de la enseñanza que, en su opinión, recae en los docentes. “Para mejorar la enseñanza hay que reforzar la profesión: cambiar su sistema de acceso y mejorar el desarrollo profesional de los docentes”.

Aprender activamente parece ser la clave en el binomio que forman la tecnología y la educación. Y esa es la teoría que formuló el consultor sueco Jan Hylén, ex asesor educativo del gobierno de su país, en una magnífica exposición en la que analizó el uso de las TIC no sólo como soportes en materia educativa sino, sobre todo, como herramientas de contenidos. “El aprendizaje activo que permite la tecnología estimula el análisis, la síntesis y la capacidad de evaluación de los estudiantes, a quienes involucra haciendo cosas y pensando lo que están haciendo. Esta forma de aprender disminuye en más de un 50% la tasa de fracaso escolar y produce un incremento del 6% en las puntuaciones de los exámenes”, dijo. El experto resaltó también el análisis del aprendizaje que permiten las nuevas tecnologías, una técnica que recopila los rastros que el alumno va dejando en su proceso educativo y que pueden ser usados para personalizar la enseñanza, así como para mejorar su calidad.

Ante el numeroso público congregado en esta jornada de clausura de la Semana de la Educación –profesionales de la enseñanza, en su mayoría–, Jan Hylén sugirió que todas las estrategias que aborden la reforma de la educación tienen que contar con la participación del alumno, la personalización de la enseñanza y el análisis del aprendizaje. Y en todo ello, parece claro que la tecnología ha de jugar un papel esencial.

Fuente: conocimientoeducativo.com