Poco después de las 6 y media, entre los sonidos de la tarde que caía a cuadras del río, se escuchó un estruendo. Desde el cuarto piso del edificio de Moreno 29 bis, donde viven mis padres, la explosión surgió clara y contundente. Dejamos de hablar y nos miramos. Sin poder remediarlo, apareció el recuerdo sonoro en mi mente de aquella otra explosión, tan fatal que casi 3 años después, volvió a atravesarme como aquel 6 de agosto. Entonces estaba más lejos, acababa de nacer mi hijo y cuidábamos de él en el hospital Italiano. Desde una cama de tres pudimos advertirlo pero no le hicimos caso porque, sencillamente, no podíamos imaginar tanta muerte.

¿Es que un sonido puede anunciar una tragedia? En medio de los ruidos que hace la ciudad, el que se escuchó este miércoles a la tarde, disparó a la memoria. Fue un llamado, un grito, de que algo malo había sucedido. Esta vez sí me interpeló con la fuerza y la firmeza que regala la experiencia, que ofrece lo vivido. Porque si una vez sucedió, puede volver a ocurrir.

Salí con mi papá a la calle, doblamos la esquina para toparnos con la escena completa. La planta superior del edificio se había deshecho como un vómito de escombros sobre la vereda. Era difícil fijar la mirada en algún punto: el despliegue de ambulancias, los bomberos y policías corriendo, los vecinos inmovilizados por el shock. Justamente, habitantes muy cercanos a la calle Salta, muchos de ellos con sus propias historias de la gran tragedia todavía frescas.

Fue escuchándolos que comprendí que a todos nos pasaba lo mismo. La referencia una  y otra vez a ese gran estruendo, el olor a gas y la incertidumbre que acelera el latido fueron revividos, casi tres años después. Una vez más nos sentimos vulnerables. Y esas sensaciones volvieron a volcarse en las redes sociales, integrándonos en una memoria colectiva. "No nos pasó nada, Estamos bien. Fue un mini-Salta", escribió en Facebook una mujer que vive en la cuadra.

Simplemente eso. Un “casi casi” que nos interpela, que viene a revolver heridas, que nos descubre tan mortales y caóticos como nunca nos hubiéramos imaginado.