Lo más interesante de la calabaza no es su tamaño sino sus beneficiosas propiedades salutíferas y nutricionales.

Virtudes nutritivas

La calabaza aporta minerales como el potasio, el magnesio, el fósforo y, en menor medida, el hierro. También es una buena fuente de vitamina C y ácido fólico, pero sobre todo, de betacarotenos (pro-vitamina A), «lo que le confiere ese bonito color anaranjado que comparte con las zanahorias», apunta Santi Ávalos, cocinero y autor de la editorial RBA.

Su alto contenido en betacarotenos la convierten en un alimento con un gran poder antioxidante, y además, muy aconsejable para incluir en nuestra dieta en el caso de que queramos mejorar nuestra función visual. Se recomienda incluir en la dieta tras demostrar que ayuda a reducir el riesgo de trastornos como la ceguera nocturna, fatiga ocular, cataratas, glaucoma o degeneración macular. «Esta hortaliza, sobre todo cuando la preparamos asada en el horno, tiene un gran efecto saciante. Esta es una virtud, que unida al hecho de que se trata de un alimento que contiene mucha agua, pocas grasas y una considerable fibra vegetal, la convierte en un ingrediente que hay que tener muy en cuenta en la planificación de dietas de adelgazamiento», comenta el autor.

Su prestigio en este tipo de regímenes, está también influido por el efecto diurético de su pulpa, que tiene un alto contenido en potasio y una reducida concentración en sodio. «No solo trata con respeto nuestros riñones, si no que ejerce un efecto de desintoxicación y limpieza que redunda en una mejora general de nuestro estado de salud y vitalidad», añade Ávalos. En la antigua herbolaria mexicana se empleaba, y aún se emplea, la pulpa de calabaza, en forma de apósito, para tratar las quemaduras leves. Con este simple remedio es posible acelerar la cicatrización y reducir la inflamación y el dolor.

Semillas: tesoro nutricional

Las semillas de calabaza, que se consumen en ciertas sociedades africanas como símbolo de inteligencia, son también la razón de que esta humilde hortaliza esté adquiriendo un merecido prestigio como alimento funcional. Es decir, como una fuente de sustancias con un efecto activo y beneficioso sobre nuestra salud, más allá de los principios nutritivos que contiene.

Se cree que en la antiguedad se comenzó a cultivar la calabaza con el único fin de aprovechar sus semillas. Esto es algo que no resulta extraño ya que las semillas de esta curcubitácea son un auténtico tesoro nutricional y nutracéutico, ya que concentran un elenco de vitaminas, minerales y antioxidantes que son capaces de mejorar funciones importantes de nuestro organismo, actúan como preventivo de determinadas enfermedades, e incluso pueden tener un efecto terapéutico en el caso de algunos trastornos leves.

«Ciertamente, es un verdadero desperdicio el que tiremos esta joya alimenticia a la basura cuando cocinamos una receta con calabaza. Un buen hábito que agradecerá nuestro cuerpo, y también nuestro bolsillo, es que las aprovechemos secándolas nosotros mismos en casa. Para esto solo tenemos que lavarlas bien hasta que no queden restos del interior fibroso de la calabaza, y después, dejarlas en un lugar fresco y seco, bien extendidas, hasta que se sequen. Si las podemos poner al sol, mejor», aconseja Ávalos.