La velocidad a la hora de caminar podría indicar el riesgo que tiene una persona de la tercera edad de desarrollar la enfermedad de Alzheimer. Y es que según concluye un estudio publicado en la revista «Neurology», órgano oficial de la Academia Americana de Neurología (AAN), esta velocidad se relaciona directamente con la cantidad de placas de beta-amiloide acumuladas en el cerebro, independientemente de que la personas presente o no síntomas del alzheimer.

Como explica la doctora Natalia del Campo, del Hospital Universitario de Toulouse (Francia) y directora de la investigación, «es posible que las alteraciones sutiles en el caminar, unido a algunos problemas de memoria, puedan ser un signo de la enfermedad de Alzheimer. Un signo, además, que se presentaría antes de que la persona mostrara cualquier otro síntoma clínico».

Mayor riesgo de alzheimer

El estudio fue llevado a cabo con la participación de un total de 128 personas con una media de edad de 76 años que, si bien no padecían demencia, presentaban problemas de memoria como para ser consideradas de alto riesgo para desarrollar alzheimer.

Los investigadores cuantificaron la cantidad de placas de beta-amiloide en el cerebro de los participantes a través de tomografía de emisión de positrones (PET). Concretamente, la acumulación de placas de beta-amiloide en el cerebro constituye uno de los factores desencadenantes de la enfermedad de Alzheimer. Y si bien ninguno de los participantes padecía la enfermedad, hasta un 48% tenía niveles de beta-amiloide normalmente asociados a la demencia.

Asimismo, las pruebas para medir la función cognitiva -capacidad de pensamiento y memoria– mostraron que el 46% de los participantes presentaban daño cognitivo leve, esto es, una fase de deterioro cognitivo que puede progresar a enfermedad de Alzheimer.

inalmente, los investigadores midieron la velocidad al caminar de los participantes en una prueba en la que debían recorrer 4 metros a su ritmo habitual. Concretamente, la velocidad media al andar se estableció en poco más de 1 m/s, y únicamente 2 del total de 128 participantes mostró una velocidad inferior a la considerada ‘normal’.

A partir de todos estos datos, los investigadores observaron la existencia de una relación entre el caminar despacio y la acumulación de placas de beta-amiloide en distintas áreas del cerebro –entre otras, el putamen, región cerebral asociada con la función motora–. De hecho,la cantidad de beta-amiloide explicó hasta un 9% de las diferencias observadas en la velocidad al caminar. Una relación, además, que resultó independiente de la edad de los participantes, su nivel educativo o sus problemas de memoria.

En este contexto, debe tenerse en cuenta que, como aclara la doctora Del Campo, «los resultados no prueban que las placas de beta-amiloide causen una disminución de la velocidad al caminar. Sólo muestran que existe estar relación. Todo ello sin olvidar que el que un anciano camine despacio puede obedecer a múltiples causas».