Los síntomas de la fatiga crónica pueden estar ocultos durante años antes de recibir un diagnóstico. Esta enfermedad se caracteriza por una fatiga profunda, disfunción cognitiva, alteraciones en el sueño, manifestaciones autonómicas y dolor, entro otros, que alteran la vida normal.

Las personas con síndrome de fatiga crónica (SFC) a menudo realizan actividades a un nivel menor de lo que eran capaces antes de la aparición de esta patología. El cuadro  aparece de una manera muy especial, mezclado con el cansancio, la angustia por la imposibilidad de realizar las actividades habituales, las dificultades en la conciliación del sueño y el despertar si la sensación reparadora del descanso. La causa o causas que lo producen aún no se han identificado, por eso es importante para su detección descartar otras patologías, hormonales, oncológicas o infectológicas.

Lo que se observa es que, en general, estos pacientes que pudieron o no haber tenido alguna causa infectológica o fiebre, guardan un componente emocional muy importante en cuanto a su personalidad. Los pacientes suelen ser personas con un nivel muy alto de ansiedad, de minuciosidad, obsesivos y detallistas que pueden ser muy dependientes o con una gran necesidad de aprobación. También pueden tener personalidades limítrofes "blanco y negro", que tienen una apreciación de sí mismos y expresan su estado emocional de manera exagerada y sin tonos neutros. Son personas con una gran capacidad de visualización e imaginación. En general son muy inteligentes pero, sorprendentemente, esta gran capacidad que tienen actúa como un 'tendón de Aquiles' que los lleva a esta improductividad en la vida.

Esta afección es más frecuente en mujeres y se suele presentarse a partir de la segunda década de la vida, generalmente entre los 30, 35 y 40, que es la etapa en la que las personas presentan mayor expectativa en cuanto a la realización personal y, de allí, se comprende la frustración.

Sin embargo, es tratable. Los pacientes pueden recibir ayuda desde distintos ámbitos. Lo primero es realizar un diagnóstico correcto. En general, se trata de una combinación de trastornos de ansiedad, trastornos del estado de ánimo y el cuadro de fatiga. Algunos incluso, la denominan como depresión enmascarada porque no se expresan como depresivos, pero si como ansiosos que terminan deprimiéndose por el cansancio y la imposibilidad de cumplir con la rutina diaria.

En general, para tratar a este grupo de pacientes, los especialistas suelten trabajar desde tres lugares distintos muy importantes. Uno de ellos es la persona, su identidad, su sentido de la vida y su razón de ser desde el punto de vista psicológico. También se evalú. la relación o no, los prejuicios en torno a los tratamientos de tipo orgánico-farmacológicos que dan muy buen resultado y son de gran ayuda, en especial, en los momentos más difíciles. En ese sentido, el médico psiquiatra trabaja para encontrar el antidepresivo que responda mejor a la situación del paciente, porque actúa haciendo que los neurotransmisores de la persona funcionen mejor.

El tercer aspecto del abordaje terapéutico del paciente es el trabajo en situación, es decir, los vínculos. Se observa que el paciente es una exteriorización de un sistema familiar que, muchas veces, en lugar de contribuir a su mejoría ayuda a que este trastorno sea constante.

En publicaciones recientes se ha visto que la medicación homeopática puede tener un efecto positivo en algunos pacientes y en otros no. Por este motivo, este tipo de tratamientos pueden actuar de modo complementario pero no reemplazan a la acción de los psicofármacos prescriptos por el psiquiatra.

Sin embargo, toda la medicación debe estar acompañada de un seguimiento ya que no se trata de un tratamiento crónico que se pueda dar y sostener en el tiempo. También es importante que el paciente pueda ordenar su energía y su vida en relación a una agenda esperable.