El último adiós al verano. Aunque la temporada estival no terminó, bajas temperaturas sorprenden desde hace días a los rosarinos. Algunos se resisten a buscar los abrigos que habían dejado olvidados al fondo del guardarropas, pero los meteorólogos urgen a hacerlo: el frío llegó para quedarse. Consultados por Rosario3.com, dos expertos explicaron los por ués de este fenómeno climático que borró de un plumazo al calorcito de marzo.

Con temperaturas que oscilan entre los cinco y siete grados, las mañanas rosarinas se despiertan bien frías, y las tardes se desperezan no tan cálidas; como máximo han llegado a 21 grados.

Para Vanesa Balchuna, una de las profesionales consultadas, el frío que se siente desde el sábado en la ciudad tiene que ver con la entrada desde el mar de varios frentes gélidos al mismo tiempo. Con la lluvia del fin de semana ingresó uno, otro lo hizo el martes y un tercero el jueves. Aunque, generalmente cada frente tarda 48 horas en pasar, la acumulación de masas heladas hizo que el frío se fuera incrementando porque ninguna de ellas llegó siquiera a asentarse antes de que arribara la otra.

Así las cosas, Balchuna pronosticó mañanas cada vez más frescas y tardes cálidas, aunque “sólo si sale el sol”.

Aquí el meteorólogo Oscar Monjelat hizo referencia a la reducida amplitud térmica que se produce cuando las nubes tapan al astro.

“La falta de insolación impide que la tierra se caliente durante el día, pero a la noche mantiene temperaturas mínimas agradables; es decir, que cuando cae el sol el cambio de temperatura no es tan brusco”, explicó y especificó que el cielo arratonado que actualmente asoma por la ventana es el efecto de una insólita presión alta en ultramar, a la altura de Bahía Blanca que trae viento y humedad, una combinación letal para los friolentos.

No obstante, Monjelat ponderó que de ninguna manera las bajas temperaturas de marzo son atípicas, por el contrario suelen oscilar entre mínimas de dos grados y 34 de máxima. Aunque descartó de cuajo, por otro lado, que de ahora en más pueda romperse la barrera de los 25 grados, con alguna excepción durante el mes de abril cuando un breve veranillo nos podría llegar a tomar desprevenidos.

Sin embargo, el pronóstico de Monjelat es una estocada de muerte al verano, e incluso redobla la apuesta del invierno que este año –asegura– será más crudo que los anteriores, evidente ante el descenso cinco puntos –con relación al 2012– de las tempearaturas de la alta meseta antártica que ahora rondan los 65 grados bajo cero. Ello se debe a la falta de actividad solar, el enfriamiento de los mares adyacentes y la retirada de “El Niño” –responsable de las fuertes tormentas de diciembre–; todo lo cual posibilitó que el frío se instalara en el hemisferio sur.