El colon irritable o síndrome del intestino irritable es un cuadro crónico que se caracteriza por la existencia de dolor abdominal y/o cambios en el ritmo intestinal (diarrea o estreñimiento), pudiendo acompañarse de una sensación de distensión abdominal, sin que se demuestra ninguna causa orgánica que lo justifique.

Este trastorno gastrointestinal funcional se diagnostica comúnmente entre los 15 y 45 años de edad, tiene leve predominio en mujeres y constituye el motivo de consulta más frecuente entre los gastroenterólogos. 

Generalmente, los síntomas del intestino irritable generan excesiva preocupación en las personas y muchos creen tener una enfermedad grave. Se considera que los eventos traumáticos pueden colaborar con el desarrollo de la enfermedad.

Los síntomas digestivos propios son el dolor y la distensión abdominales, y la alteración del ritmo intestinal.

El dolor abdominal suele ser difuso o localizado en hemiabdomen inferior, habitualmente no irradiado, de tipo cólico, opresivo o punzante, en general leve o de moderada intensidad, con una duración inferior a las dos horas, que alivia tras la defecación y que suele respetar el sueño. El inicio o la presencia del dolor abdominal se asocia habitualmente con deseos de defecar o con cambios en la frecuencia o consistencia de las deposiciones y frecuentemente, el paciente relaciona su comienzo con la ingesta de algún alimento.

Las alteraciones del ritmo intestinal pueden manifestarse con predominio del estreñimiento o de la diarrea, o de forma alterna diarrea-estreñimiento. La distensión abdominal y el meteorismo se desarrollan progresivamente a lo largo del día y son referidas como "exceso de gases". Son frecuentes la saciedad precoz tras la ingesta, las nauseas, los vómitos y el ardor torácico (pirosis).

Otros síntomas son la sensación de evacuación incompleta y la presencia de moco en las deposiciones.

Una alimentación adecuada puede ayudar a prevenir futuros problemas de colon irritable. Se aconseja que las comidas sean pobres en grasas y ricas en proteínas y fibras (un buen ejemplo para cumplir estas recomendaciones sería seguir el patrón alimentario de la dieta mediterránea). Hay alimentos que además pueden provocar una mayor cantidad de gases como la col, las legumbres, los frutos secos o las bebidas alcohólicas, que estos pacientes deben evitar para paliar dolores o molestias.

El agua también puede ayudar a reducir la irritación si se bebe entre un litro y medio y dos litros al día, ya que además previene el estreñimiento y facilita el movimiento del bolo alimenticio. Se recomienda también intentar comer todos los días a la misma hora, así como regularizar las horas de deposiciones preferiblemente después del desayuno, según indica la Clínica de la Universidad de Navarra.

Hacer ejercicio de forma regular también es recomendable, al producir una mejora de la movilidad intestinal. Intentar evitar situaciones que generen estrés o ansiedad también puede ayudar a evitar una irritación.