El cerebro de un recién nacido pesa entre 350 y 400 gramos, llegando a pesar en el adulto aproximadamente 1.350 gramos. A pesar de este aumento de peso, el número de las neuronas no se incrementa, aunque sí la longitud y complejidad de sus prolongaciones (dendritas y axones). Del sistema nervioso en su conjunto, el cerebro representa el 2 por ciento del peso del cuerpo y su necesidad energética equivale al 20 por ciento de la energía corporal total, según relata el portal diariodemocracia.com.

El número de neuronas es de aproximadamente 100 mil millones y el del resto de las células llamadas en conjunto las células de la glía o neuroglia (astrocitos, oligodendroglia y microglia) es de alrededor de un billón, es decir, varias veces el número de las primeras. Cada neurona puede establecer en promedio alrededor de 10.000 contactos sinápticos con otras neuronas y el número total de sinapsis que se pueden conformar es de 1.000 billones.

Se calcula que el cerebro humano pierde una neurona por segundo, lo que equivale a unas 86.400 por día. Esta cifra que podría parecer alarmante, no lo es tanto si se considera que corresponde a sólo un 2% del total mencionado en una persona de 70 años. Además se debe tomar en cuenta que esto se suple con la gran posibilidad de establecer nuevos contactos o sinapsis a través de lo que se conoce como plasticidad neuronal.

Existen prolongaciones nerviosas que llegan a medir en el adulto más de un metro, aunque la mayoría se encuentra dentro de las dimensiones microscópicas. Si se supone que dichas prolongaciones hipotéticamente miden en promedio 0,5mm., es decir 500 micrómetros, el conjunto llegaría a cubrir unos 50.000 km, es decir, casi 4 veces la circunsferencia de la Tierra.

En los las primeras etapas de la vida y en los diferentes tramos de la educación, el cerebro a través del sistema educativo completa al final de la adolescencia su desarrollo y maduración cognitivo-emocional. Sin embargo, para lograr proteger al cerebro y preservar a la mente, el aprendizaje debe continuar durante toda la vida, y fundamentalmente en los adultos, a través de diferentes estrategias que en su conjunto se ha dado en llamar la “gimnasia cerebral”. En efecto, esta última incluye una multiplicidad de aspectos a desarrollar y cuyo objetivo básico se basa “en romper la rutina”, es decir, exponiendo al cerebro a nuevos estímulos con el propósito de estimular su plasticidad neuronal y con ello aumentar su capacidad o reserva cognitiva. Dentro de estas actividades podemos mencionar la adquisición de nuevos conocimientos, los estudios académicos, las actividades intelectuales y de esparcimiento como la escritura, la lectura, el aprendizaje de idiomas, el ajedrez y los juegos de mesa. También son igualmente importantes las actividades deportivas que potencien la psicomotricidad (caminar, ir al gimnasio y bailar entre otros aspectos).

Protegiendo al cerebro se va a poder preservar la mente, es decir, la capacidad cognitiva. Y, fundamentalmente, se logrará con ello que la memoria través de los recuerdos se mantenga dentro de los límites aceptables durante el transcurso de los años.