Las bebidas y los alimentos demasiado pigmentados como gaseosas, jugos de frutas, té, vino tinto, entre otros, aceleran la degradación de los dientes. Por lo tanto a la hora de elegir una bebida, será conveniente que te inclines por agua o leche.

Otra buena costumbre es la de escoger alimentos frescos, como legumbres o frutas, y preferir chocolate en vez de golosinas. Siempre que no tengas posibilidad de cepillarte los dientes después de una comida, tratá de que ésta termine con un alimento protector, como el queso, y un buen vaso de agua o un chicle sin azúcar.

Evitá picar entre horas y hacé como máximo cinco comidas al día (desayuno, una colación a media mañana, comida, merienda y cena). No tomes bebidas o alimentos ácidos antes de acostarte y recordá que el tabaco acelera que los dientes se amarilleen, y a largo plazo pueden volverse negruzcos, por lo que entre otros motivos, conviene suprimir o reducir el consumo de tabaco, de alcohol y de cafeína.

El arma imprescindible para mantener los dientes blancos: el cepillo de dientes

Es necesario cuidar a tus dientes tan a conciencia como se hace con la piel. Lo más importante es que te cepilles los dientes de forma regular y frotando cuidadosamente hasta el fondo de la mandíbula.

Utilizá un cepillo de dureza media, ni demasiado duro ni demasiado blando. Si tenés las encías frágiles, elegí un cepillo de cerdas flexibles. Para los dientes más robustos se podrán usar cepillos de cerdas más duras. 

Es indispensable un cepillado de tres minutos después de cada comida -mañana, mediodía y noche- que permitirá eliminar los residuos que se te hayan quedado entre los dientes. 

Recordá que no deberás utilizar el mismo cepillo por más de dos meses. Preferí siempre un dentífrico con flúor que refuerce el esmalte para tener unos dientes más sanos. Además, tené en cuenta que el uso del hilo dental es indispensable una vez al día para eliminar los residuos que el cepillo no puede quitar.

 

Fuente: enfemenino.com