No siempre las palabras tienen idénticas interpretaciones o significados, ya que los mismos varían de acuerdo a la sociedad en la cual se las pretenda interpretar. No ocurre lo mismo en una sociedad solidaria, que lo que ocurre en otra donde predomina el carácter acumulativo y el rendimiento del capital en el menor tiempo posible, pasa a ser lo primordial que representa a dicha palabra. En la actual economía de mercado, se le suele llamar eficiencia, al rendimiento de cualquier acción en un determinado tiempo, en la multiplicación de los bienes materiales logrados, con el esfuerzo de quienes ponen sus energías físicas o intelectuales, para lograr tales objetivos. En una sociedad solidaria, tal cual lo expresáramos, la eficiencia siempre redunda en beneficio de los integrantes del colectivo social, sobre todo de aquellos más desposeídos de todos los tiempos. Por supuesto que dicha ganancia no es incompatible con que la inversión del capital obtenga cierto grado de beneficios y resulta lógico que esa inversión, que tiene su riesgo, obtenga un beneficio que le resulte retributivo de la misma. Lo malsano resulta cuando la “eficiencia” es a expensas de la pérdida o disminución de los derechos de los demás integrantes del colectivo social. Este aspecto se la ve en las diferentes esferas de la producción, en las Ciencias de la Salud, en la producción de medicamentos, en las prestaciones de los servicios públicos y aun en los privados, en todas las profesiones, etc. donde se frustran cada vez con mayor frecuencia, todos los caminos que se deben recorrer para llegar a lograr que dicha eficiencia redunde en beneficio de quienes serán usuarios de lo producido por los esfuerzos humanos.

Estos dos caminos que se pueden recorrer, tal cual son la conformación de sociedades solidarias o la de sociedades de carácter acumulativo, irán delineando el futuro de la humanidad, del cual todos tenemos, en mayor o menor grado, cierta proporción de responsabilidad, aunque haya variables en los porcentajes. Nadie escapa a este principio, por mas que digamos “yo pago todos los impuestos”. Eso no es suficiente y siempre existe cierta falencia en el tributo que cada individuo debe brindar a la sociedad para que esta funcione armónicamente, en situación igualitaria, en cuanto a derechos, para todos los miembros de dichas sociedades.

Los viejos profesionales de la salud le llamábamos eficiencia al acto médico de relación con nuestros pacientes, que se integraba con el verdadero conocimiento que cada uno de nosotros adquiría en un tiempo determinado según nuestra capacidad y el esfuerzo realizado, en aquellas obras de la Medicina, fueran libros o Revistas Médicas, que eran prácticamente textos bíblicos en los cuales creíamos a pie juntillas. Todo lo allí publicado tenía tras de sí, el seguimiento de lo que estaba preestablecido con rigurosidad de las Investigaciones científicas. Hace ya algunas décadas, cuando la Bioética aparece en escena como algo muy importante, se notó que no todo lo escrito o publicado tenía un rigor científico indiscutible. Los dueños de las grandes ganancias comerciales, es decir, los Laboratorios de Especialidades Medicinales, incorporaron en los Comités de Bioética de las Revistas Científicas, a personas que les respondían sin tener una sincera relación con el saber y salieron al mercado libremente, muchos medicamentos que fueron probados en los países del Sur del mundo, donde hubieron resultados desastrosos que llevaron a la muerte a miles de personas. Las ganancias logradas con la venta de estos productos, que posteriormente se retiraban, eran infinitamente superiores a los costos de las demandas por las muertes producidas por la “ciencia”. Los profesionales de la Salud, que son empleados de grandes Empresas “prestadoras” de salud, pretenden que un médico para ser eficiente vea 10 pacientes en una hora. Quienes hemos vivido en otras épocas donde el tiempo no ejercía una tiranía, sabemos que esto es imposible y que a consecuencia de esta rapidez en la atención, donde ni siquiera se puede dar la mano al paciente, es imposible brindar la vocación de servicio que nació dentro de nosotros cuando elegimos esta Profesión.

Esto que he mencionado se ha referido hasta ahora solo a temas relacionados con la salud, pero el mismo no se agota en esta instancia particular, ya que es abarcativa de casi todos los aspectos de la vida ciudadana.

La complementación es casi obligatoria entre la Ciencia y la Tecnología, donde cada una de ellas necesita de la otra. Así vistas las cosas, ambas no son contrapuestas, hecho este que si se constituye en un opuesto, cuando la tecnología es solo tecnocracia y puede crear todo lo que el cerebro humano es capas de hacer, sin mirar los resultados de dichas creaciones; léase misiles, por ejemplo, donde quienes ganan inmensas fortunas, ante la muerte que se ocasiona en derredor de los objetivos, han sido llamados “efectos colaterales”. Un hecho este mentiroso ya que se ha alcanzado cierto grado de perfección que haría evitables dichos daños colaterales y esos “errores” solo tienen la finalidad de crear terror en las víctimas para ejercer el dominio sobre los mismos.

La tecnocracia tiene la capacidad de producir en forma permanente, elementos que no son siempre verdaderamente científicos, ya que no llevan a producir un mayor bienestar y seguridad en los integrantes de las sociedades. Muchos elementos creados por lo que llamamos tecnocracia, muy por el contrario, a cada rato ponen en peligro la estabilidad con armonía de las sociedades e incluso del mismo planeta.

Antes mencionamos la responsabilidad que nos cabe a cada uno de los integrantes de la sociedad, aunque haya variantes en las proporciones de esa responsabilidad.

Vayamos a otros aspectos de la vida de las sociedades. Nadie puede negar que de las montañas se extraigan minerales que sirven para la creación de elementos útiles para dichas sociedades. Pero siempre se debe tener presente, que haciendo una mayor inversión sin la avaricia de la multiplicación rápida de capitales invertidos, se puedan con los medios tecnológicos al alcance de la mano del hombre, evitar los daños que se producen en el sistema planetario y que redundan en contra del bienestar y salud de las poblaciones circundantes, envenenando las tierras y las napas de agua y todo lo que de ella fluye y que sirven para alimentar a todos los integrantes del reino animal y vegetal.

Nadie puede negar la gran utilidad que prestan para el bienestar, los componentes sacados de la tala de los bosques y sus maderas, pero si se puede decir que no se dañaría el planeta, nuestro único hábitat, si por cada árbol sacado fuera plantado otro árbol, para que no se reduzca la capacidad de que nuestro medio ambiente esté bien oxigenado, y no cada día más intoxicado por la falta de ese intercambio gaseosos entre el reino vegetal y aire que respiramos, tal cual es la captación del anhídrido carbónico y la producción de oxígeno.

Hemos vivido en Rosario en estos últimos días, trágicas experiencias que tienen, en gran parte su origen, en la falta de inversiones que den seguridad a los servicios que se prestan a la comunidad. Acá sacamos como consecuencia, que el Hombre aun no está preparado para la desaparición del Estado y la privatización de todos los efectores prestadores de servicios. Me duele pensar que tantas muertes que ocurrieron por no existir una válvula o elemento que suprimiera al instante la pérdida de gas en una cañería de un Edificio, pudieran haber sido evitadas. ¿A ese ahorro, se le puede llamar “eficiencia”?

Otro hecho por falta adecuada y reiterada de controles, en juegos infantiles, costó la vida de niñas por alguna falla en el control del funcionamiento de los aparatos que allí se usan, que quizás debiera ser revisado no cada 6 meses sino todos los días dando trabajo a más personal dedicado a ese fin.

Terminamos diciendo, que la verdadera eficiencia en los actos de las sociedades, se miden indudablemente por el bienestar y la seguridad que deben tener todos los habitantes y que las muertes solo deben llegar cuando la biología así lo determine.

La “eficiencia” lograda para que los alimentos del planeta le alcancen a la especie humana, basada en guerras, hambrunas y exclusiones sociales, es realmente solo un crecimiento de la decadencia de dichos sistemas, que por lo general solo suele ser el origen de la violencia muchas veces reactiva en pro de la vida, de quienes no pueden concretar proyectos de vida, a los cuales siempre les asiste ese derecho por el solo acto de haber nacido.


 


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