El papa Francisco conmemoró este jueves la Última Cena de Jesús con los doce apóstoles con una misa celebrada en una iglesia de Roma y lavó los pies a doce detenidos, como también hiciera Cristo con sus discípulos.

Los doce reclusos a los que el pontífice argentino lavó los pies fueron seis hombres y seis mujeres que cumplen condena por distintos delitos en una cárcel de la zona romana de Rebibbia.

Entre los elegidos, hubo latinoamericanos procedentes de Ecuador y de Brasil, pero también de Italia, Nigeria y Congo.

Todos ellos vivieron el momento en el que el papa Francisco les lavó los pies con emoción e incluso algunos dejaron caer algunas lágrimas.

Quizá por la impresión de encontrarse de frente al papa, tal vez por contagiarse de la ternura con la que el pontífice les lavó y les besó sus pies, o por la sonrisa que Jorge Bergoglio les regaló a cada uno tras secarles el agua con una toalla blanca.

De los 2.100 presos con los que cuenta la cárcel de Rebibbia, en el acto solo estuvieron presentes 300, el mismo número de hombres que de mujeres.

"Lavaré los pies de doce de ustedes, pero en estos hermanos y hermanas están todos los que viven aquí (en la cárcel de Rebibbia)", afirmó el pontífice.

Uno de los momentos más conmovedores de la ceremonia fue cuando el papa Francisco se dirigió a una de las reclusas que participaban en el rito para lavar los pies a su bebé, que se encontraba sentado en sus rodillas.

Lo hizo sin su solideo habitual y después de pedir a los presentes que rezaran para que Jesús lave también su alma y le "convierta en más esclavo en servicio de la gente".

Pero antes, celebró la misa de "In Coena Domini" ("La Cena del Señor") de Jueves Santo que rememora la Última Cena y la oración de Cristo en el huerto de Getsemaní, que estuvo sucedida por su arresto y posterior calvario.

Ya en el primer año de su pontificado, Francisco lavó los pies de doce chicos recluidos en un centro para menores de la capital, mientras que el pasado año lo hizo con doce discapacitados.