El Papa sorprendió al mundo cuando, en medio del Congreso de los Estados Unidos, sostuvo que “cada vida es sagrada, cada persona tiene una dignidad inalienable". Su mensaje hizo ruido en el país que pena ciertos delitos con la muerte. Y conmovió al extremo a una mujer: Lidia Guerrero, la mamá de Víctor Saldaño, un hombre de 43 años que hace 20 espera su ejecución en Texas.

El caso es conocido por el sumo pontífice. Lidia viajó el año pasado al Vaticano y en la asamblea general que se brinda cada semana pudo contarle el caso de su hijo. “Me dijo que había rezado mucho por ese cordobecito”, confió a Alberto Lotuf en A Diario (Radio 2) este viernes desde un barrio humilde de la capital cordobesa. “Que el Papa haya abierto este debate me da mucha alegría, ha tenido mucha valentía de plantearlo al mundo”.

Lidia vive mal desde hace 20, los mismos que su hijo lleva esperando su condena fatal. “Nos cuenta mucho, es como si nos hubieran dado un palo detrás de la cabeza, la vida es muy triste después de lo que hizo y las consecuencias”, expresó.

Víctor es el único argentino condenado a muerte en Estados Unidos, desde 1996 habita el “corredor de la muerte”. Cuando tenía 24, asesinó a un comerciante estadounidense junto a un amigo mexicano. Lo condenaron dos veces porque el primer juicio había sido anulado. En los últimos 19 años intentó suicidarse tres veces y pidió en reiteradas oportunidades que lo ejecutasen.

Lidia todavía no encuentra explicación a la conducta de su hijo. Aseguró que siempre quiso conocer el mundo y a los 18 años dejó la casa que habitaba con ella y sus dos hermanas, sin avisar. Buscó a un tío en Villa María que le había ofrecido un trabajo pero no duró mucho. Escribió para avisar que estaba en Brasil, con su papá pero enseguida cambió de rumbo: en una carta que mandó sostuvo que se había trasladado al Matto Grosso.

Su “afán de mundo” lo llevó hasta Estados Unidos. Estuvo en Texas desempeñándose en una fábrica de casas de madera pero se mudó pronto a Nueva York. Allí fue empleado en un restaurante italiano y también de allí se fue. Volvió a Texas, a un barrio algo peligroso donde la droga y la delincuencia eran frecuentes. Fue en este lugar donde cometió el crimen que lo anclaría a esta tierra.

La mujer tiene una postura muy clara. No defiende la inocencia de su hijo pero exije que sea revisada la pena de muerte. “Vi irregularidades y discriminación. En su juicio hubo argumentos muy discriminatorios y esto me movilizó. En Argentina, por la situación que existe, mucho la piden pero tienen que saber que sólo se aplica para los que no tienen abogados, para los pobres, latinos y negros”, sostuvo. 

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Lidia Guerrero (Radio 2)