Se sabe que las estaciones pueden influir en cómo nos sentimos. Según un estudio publicado en la revista PNAS, el cerebro puede encontrar más difícil resolver ciertos procesos dependiendo de si es otoño o primavera.

El neurocientífico Gilles Vandewalle, de la Universidad de Lieja, en Bélgica, y autor principal de la investigación, realizó un experimento con 28 voluntarios a los que les escaneó el cerebro en distintos momentos del año mientras estos resolvían pruebas de atención y de memoria de trabajo. Para asegurarse de que los participantes no estaban influenciados por otros factores ambientales el día que hacían la prueba, los hacía estar en el laboratorio cuatro días y medio antes; todos estaban a una luz y temperatura constante, y acceso al mundo exterior.

Los investigadores observaron que la puntuación del test no varió entre estaciones, pero, en cambio, la actividad que mostraban ciertas áreas del cerebro implicadas en resolver las tareas era distinta. Por ejemplo, vieron que se producía un pico de actividad en verano cuando los voluntarios realizaban una tarea de atención. Y otro pico en otoño, esta vez cuando hacían el ejercicio de memoria de trabajo.

Esos cambios en los patrones de funcionamiento del cerebro, no obstante, no hallaron que se correlacionaran con alteraciones endocrinas, como una mayor o menor segregación de melatonina, una hormona relacionada con el sueño; ni tampoco del estado de alerta o patrones de dormir.

Existen numerosos factores que dependen de cada estación del año que podrían llegar a regular ese patrón de activación cerebral, como por ejemplo la duración del día y la cantidad de luz que recibimos, lo que se denomina fotoperiodo. Pero también la temperatura, la humedad, la actividad física y la interacción social influyen. Esos factores, por ejemplo, no te tomaron en consideración en este estudio por lo que no se puede decir qué provoca exactamente los cambios observados.

Vandewalle, en un comunicado de prensa de la universidad, explica que según “nuestros datos, parece que el fotoperiodo o el cambio de fotoperiodo es lo que explica con mayor probabilidad los resultados, aunque no podemos excluir el resto de factores”.

Los resultados sugieren, indican los autores de esta investigación, que a lo largo del año el cerebro puede trabajar de diferentes maneras para compensar los factores relacionados con las estaciones que podrían afectar su función. Y de esta manera puede tener un rendimiento estable. Tal vez, sugiere Vandewalle, esos mecanismos podrían no funcionar bien en algunas personas y que eso las hiciera más vulnerables a la tristeza en invierno.

Hay relación entre estación del año y cuándo se producen más embarazos, muertes e incluso suicidios

Por qué el cerebro ha evolucionado para funcionar así se desconoce. En el pasado, nuestros ancestros dependían más de los cambios de estación para, por ejemplo, conseguir comida. Tal vez el cerebro humano esté ajustado para tener una menor actividad cerebral en invierno, cuando hay menos recursos disponibles, y una mayor activación cuando se requiere que el cerebro esté más alerta para conseguir alimentos.

De hecho, estudios anteriores han establecido una relación entre la estación del año y el comportamiento humano, en concreto en cuándo la gente se queda embarazada, muere e incluso se suicida. Se sabe, además, que determinados genes se activa en función del calendario, también el hambre se regula dependiendo del mes, e incluso hay variaciones en la presión sanguínea y el colesterol. Por tanto, no resulta tan sorprendente que la cognición también pueda variar a lo largo de las estaciones.