“A mediados del siglo XIX se sabía que la fórmula del benceno era C6H6 (seis carbonos y seis hidrógenos), pero no se conocía la disposición de los átomos en su estructura. Una noche del verano londinense de 1858, mientras volvía a su casa, el químico alemán Friedrich Kekulé cayó en una ensoñación, fruto del movimiento del carruaje y el sonido de los cascos del caballo. En el sueño vio átomos de carbono bailando y combinándose, y esa noche bosquejó la teoría estructural de la química orgánica. Siete años después, en Bélgica, tuvo el sueño más famoso de la historia de la ciencia: sentado en su estudio, a oscuras, frente a la chimenea, soñó con filas de átomos que se movían como serpientes. Una de ellas mordió su propia cola, resolviendo el misterio de la estructura del benceno: un anillo hexagonal de seis carbonos.

No es científico quien no ha experimentado la sensación de haber solucionado un problema durante una ensoñación. Esta asociación entre comprensión repentina y estados oníricos parece universal. No es casualidad. La predisposición a resolver problemas mejora cuando los estímulos del día dejan de bombardear al cerebro. Reuniones, correos urgentes, llamadas telefónicas, golpes a la puerta de la oficina: cuando estas interferencias externas cesan, la mente puede enfrentar exitosamente las cuestiones irresueltas de la vigilia”, así se expresa Alejandro Olivieri, investigador del CONICET con más de treinta años de trabajo y distinguido el Premio Konex y el Konex Platino a la trayectoria.

Control de asistencia para investigadores de CONICET: una medida anticientífica

- La idea que la sociedad tiene del investigador científico, es la de alguien sumido en la búsqueda de algo esquivo en medio de un laboratorio; ¿coincide esta visión con la realidad del investigador científico?

- Más de una vez, actividades no científicas fuera del laboratorio parecen estimular la capacidad del cerebro para solucionar lo que no puede en el ámbito institucional. El genial Arquímedes, con su famosa exclamación ¡eureka!, inauguró la era de los grandes descubrimientos científicos fuera del lugar formal de trabajo: según dicen, dedujo cómo verificar si la corona del rey Hierón II era de oro puro en el espacio distendido de su bañera”.

- ¿Por qué las autoridades que rigen los destinos de la investigación científica en el país, controlan hasta la presencia del investigador dentro de su entorno laboral?

- Paradójicamente, el CONICET parece ir en la dirección contraria a esta tendencia natural, implementando sistemas de control formal de asistencia. El objetivo sería agregarle al salario un adicional por presentismo, o restarle un monto por ausentismo. Estos controles conspiran contra la distensión, la libertad y la despreocupación, necesarias para estimular la imaginación de quienes crean ciencia. Dado que el sueño puede conducir a excelentes aportes científicos (de hecho, se recuerda a Kekulé principalmente por las teorías que elaboró mientras soñaba), sugiero que el CONICET controle también el cumplimiento del sueño, instalando controladores de huella dactilar en los dormitorios personales. Todo investigador, que por distintos motivos no pueda irse a dormir o despertarse en los horarios declarados, deberá comunicar las novedades a su superior inmediato. Al finalizar el año, deberá informar por escrito cuántos sueños productivos aportó, acompañando documentación probatoria fehaciente.

- ¿No existen otros  modos de comprobar el trabajo del científico y la eficacia del mismo?

- Resulta paradójico que los investigadores de CONICET ya estamos sometidos al mejor control de asistencia que pueda imaginarse: evaluaciones periódicas estrictas de nuestros informes reglamentarios. Estos son analizados escrupulosamente por comisiones asesoras de expertos, y aprobados si registran publicaciones científicas originales en revistas internacionales de prestigio. La no aceptación de informes puede causar el despido del investigador, como reza el Artículo 40 de la Ley No. 20.464. Este artículo no es letra muerta; me consta de colegas que han sido separados de la carrera por baja productividad científica. No conozco otros organismos de la Administración Pública Nacional cuyos miembros estén sometidos a un sistema de evaluación similar, que estimo es casi único en el mundo. Quizás sea una de las razones del prestigio internacional del CONICET.

- ¿Para qué someterlos ahora al control de asistencia formal, si ya funciona adecuadamente el virtual?

- Quien conozca mínimamente la naturaleza de nuestro trabajo concluirá que no se adapta al control estricto de asistencia. Un típico día de trabajo en el Instituto de Química Rosario podría incluir viajes a otras ciudades por distintos motivos (comisiones de CONICET, congresos, jurados de tesis, evaluaciones, reuniones de colaboración) u otras actividades fuera del lugar formal de trabajo. ¿Quién no se ha quedado en su casa un día laborable o un fin de semana para terminar de escribir un paper, en un ambiente tranquilo, lejos de los llamados telefónicos, el sonido del timbre y las innumerables interrupciones provocadas por motivos de poca importancia? ¿O despertado a la madrugada para completar por internet una solicitud de subsidio, porque durante el día el sistema está caído? En nuestra actividad, no es el número de horas en la institución formal lo que cuenta, sino los resultados científicos, que por lo visto pueden darse en otros ambientes. Decía un profesor alemán que una vez nos visitó: ´¿qué son las vacaciones para un científico? ¡Trabajar sin teléfono!´

´La lluvia cae, la temperatura baja, la inspiración se aproxima´ (anónimo). Los científicos necesitamos, además de laboratorios, bibliotecas, computadoras, equipamiento y subsidios, LIBERTAD. Es la única y genuina fuente de inspiración.

Alejandro Olivieri, doctor en Química, y Profesor Titular, Departamento de Química Analítica, Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas, Universidad Nacional de Rosario
Investigador Superior, Instituto de Química Rosario, CONICET.
Participó de la creación de un grupo de investigación en química analítica, e inició una nueva línea de investigación en quimiometría analítica. Presidió la Asociación Argentina de Químicos Analíticos AAQA (2004-2005). Autor de cerca de 200 publicaciones en química, fue distinguido, en el año 2013, con el premio Konex por su destacada producción científica en Química Analítica en los diez últimos años y, además el Konex de Platino entre sus colegas del país.