Haber visto el debate presidencial dentro del aula magna de la facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires es como ver una pelea de boxeo desde el ring side o un partido de fútbol desde el borde del campo.

La percepción que tuvieron los televidentes no fue distinta a la de los anoche presentes en el lugar de la contienda. Eso sí hubo rostros, muecas y sonrisas que no pasaron desapercibidas para los que estaban cerca de los candidatos.

Como se vio, fue un debate áspero, sin tregua y de alta tensión. Donde claramente los dos plantearon una estrategia que no disto mucho de los análisis previos. Eso sí, fue la primera vez que se cruzaron los dos candidatos a Presidente de la Nación que se perfilan desde hace como tiempo los posibles sucesores de la actual mandataria.

A Daniel Scioli se lo vio más agresivo y contundente. No tuvo concesiones, siempre mantuvo en alto su perfil y apeló a un discurso enfocado a la génesis del peronismo: la clase trabajadora. Acicateó a su rival con definiciones sobre la devaluación, el ajuste y el modelo que representa el candidato de Cambiemos.

A Macri, primero se lo vio suelto y hasta caminando la cancha con displicencia y oles a la tribuna. Luego se puso más duro y también entró duro aunque sin caer en el golpe a golpe que le planteó su contrincante.

Propuso debatir propuestas y también insistió con las deudas pendientes que deja el oficialismo. Ambos casi ni respondieron las preguntas del oponente. Pese a que la metodología de este segundo debate planteó el formato de pregunta y repregunta, cada uno hizo lo suyo y no se salió del libreto. 

El resultado fue un debate tenso y cambiante. Con golpes y contragolpes que no aburrió y mantuvo la atención de todo el mundo. Es muy difícil establecer un ganador y un perdedor frente a semejante cantidad de cruces y disputas.

El sciolismo salió más eufórico después del debate y juntó fuerzas para los cuatro días de campaña que restan. El macrismo lució más moderado como aquel equipo que sacó un resultado que le permite mantener su distancia en el torneo y cuenta las fechas que faltan para el final.

 Los moderadores esta vez siguieron al pie de la letra el guión y no tuvieron mayores intervenciones que las de presentar los ejes temáticos y controlar los tiempos. En esto último les dio más trabajo Scioli quien varias veces siguió hablando después que había terminado el tiempo estipulado.

Se trató de un hecho histórico ya que fue el segundo debate presidencial en la historia del país. El primero se hizo antes de las elecciones generales de este año y estuvieron todos los candidatos menos uno. Ahora, de cara al balotaje, los dos aspirantes a ocupar el sillón de Rivadavia se sentaron a debatir frente a frente.

Una organización civil como Argentina Debate, que a su vez congrega a una serie de entidades no gubernamentales más un grupo de políticos e intelectuales, fue la que hizo posible lo de anoche. Trabajaron desde mayo de 2014 y lograron hacerlo sin una ley que lo obligara.

El hecho que se sumaran los canales, radios y medios gráficos y digitales hizo que el alcance del debate fuera masivo. 

Cierra así un año histórico para la democracia argentina. No solo porque se trató de un año donde se eligió casi todo (presidente y vice, gobernadores, diputados y senadores nacionales, representantes al Parlasur, intendentes, legisladores provinciales, intendentes, jefes comunales, concejales) sino también porque se consolidaron los debates como una instancia muy importante en las campañas.

Dificilmente un debate defina una elección. Pero impactará a la hora de ratificar o no el voto para uno u otro candidato. Y de cara al balotaje del próximo domingo ayudará a definir la preferencia de los indecisos o los que votaron a otros candidatos en la general.