Un estudio llevado a cabo por el equipo perteneciente al Área de Procesos Sociocognitivos del Aprendizaje, radicado en el Instituto Rosario de Investigaciones en Ciencias de la Educación, dependiente del CONICET y de la UNR (IRICE-CONICET-UNR), analizó la interacción colaborativa infantil entre pares y su vinculación con el desarrollo cognitivo.

Dialogamos con el Dr. Mariano Castellaro, integrante del equipo de investigación, quien trabaja con el Dr. Néstor Roselli (director del grupo), la Dra. Nadia Peralta, junto a los estudiantes Lucía Arjol, Nicolás Morguen y Juan Manuel Curcio. El eje central de las investigaciones del grupo son los procesos sociocognitivos, principalmente vinculados a entornos educativos formales (escuela y universidad). El especialista abordó la temática y despejó una serie de cuestiones al respecto.

¿En qué se diferencia esta teoría que trabajan con otras anteriores?

En sentido estricto, no se trata de una única teoría básica sino más bien de la convergencia entre diferentes modelos conceptuales que coinciden y enfatizan el papel de la interacción social como base para el desarrollo cognitivo y la construcción de conocimientos en ámbitos formales (escuela o universidad). Este lineamiento teórico propone la superación de una visión individualista del desarrollo y del aprendizaje, lo cual implica sostener que los cambios cualitativos a nivel evolutivo y de construcción de conocimientos solo son posibles en contextos socio-interactivos específicos.

Por ejemplo, uno de los procesos que nuestro grupo estudia es el llamado Conflicto Sociocognitivo. Esto es, situaciones en las cuales dos o más individuos (que trabajan en una misma tarea) presentan propuestas de solución diferentes en relación a un problema determinado. Precisamente, en general, el conflicto entre la propia perspectiva y la/s perspectiva/s de los compañeros de actividad facilita avances cognitivos de mayor significatividad por comparación a la realización individual de la misma tarea.

Partiendo de que el foco de interés está puesto en la importancia de interactuar con otros para el desarrollo cognitivo, ¿desde qué momento podemos afirmar que un niño empieza a operar de esa manera?

En términos generales, y así lo sugieren estudios recientes, podemos afirmar que la interacción social, como motor del desarrollo cognitivo y del aprendizaje, está presente desde los primeros años de vida.

Por supuesto, el proceso interactivo presenta cambios cualitativos según el momento del desarrollo; precisamente, una psicología social del desarrollo se ocupa de estudiar de qué manera estos procesos sociocognitivos varían y se complejizan a medida que el individuo va creciendo. Cuanto más pequeño es el niño, mayor preponderancia tiene el intercambio con los adultos significativos (padres, abuelos, maestras, etc.). Progresivamente, esa matriz interactiva inicial se va complementando con otra, también central para el desarrollo, como es la interacción con otros niños o iguales. 

Entendemos que el lenguaje es uno de los factores fundamentales en el proceso ¿por qué?

La posibilidad de establecer una coordinación intersubjetiva, al momento de enfrentar cognitiva y socialmente la resolución colaborativa de una actividad, involucra dos niveles.

El primero, de carácter más elemental, se encuentra referido principalmente a la dimensión manipulatoria de la actividad, o sea, al grado y al modo en que ambos participantes dirigen sus comportamientos hacia el objetivo común.

Pero, ese nivel básico se complementa con un segundo nivel, superior evolutivamente, que es el propiamente lingüístico (acción mediada semióticamente). En ese sentido, la importancia del lenguaje en el proceso colaborativo no sólo radica en su función comunicativa sino, sobre todo, en su función regulatoria de las acciones reales (por ejemplo, colocar un bloque en la construcción de una casa) o virtuales (por ejemplo, proponer una solución para un problema lógico). Precisamente, el desarrollo supone, entre sus transformaciones cualitativas de mayor importancia, un incremento progresivo de esta función reguladora del lenguaje.

En el marco específico del intercambio social, el lenguaje es la herramienta fundamental para regular las acciones propias y del compañero, dirigidas tanto a la resolución de la tarea como a la distribución de funciones.

¿Cuál es la relación que existe entre esta teoría y el ámbito escolar?

Existe una doble relación. Por un lado, la aplicación de este bagaje de conocimientos al diseño e implementación de estrategias curriculares basadas en el trabajo colaborativo. Si bien hay financiamiento para la investigación básica, considero necesario generar más proyectos destinados a evaluar concretamente la aplicación de lo anterior en contextos naturales de clase.

Por otro lado, otra relación entre la teoría y el ámbito escolar radica en el hecho de que gran parte de nuestros trabajos de campo se da en contextos escolares. La colaboración de las instituciones escolares es un aspecto central, puesto que ahí mismo se generan los datos básicos para nuestras investigaciones, además del trabajo en contextos educativos universitarios.

¿Los chicos que comparten espacio y tareas con otros, aprenden más que los que trabajan solos?

La relación entre colaboración y aprendizaje no es directa, es decir, está mediatizada por diferentes factores reguladores, por ejemplo, la edad de los individuos, el tipo y las características de la tarea, como tantos otros aspectos que hacen al fenómeno.

Si bien, en términos generales, el trabajo en equipo, en comparación con el trabajo solitario, conlleva aprendizajes individuales más significativos, diferentes investigaciones han mostrado que esa afirmación debe matizarse en función de las circunstancias específicas que hacen a la situación estudiada. Precisamente, uno de los objetivos de nuestro grupo es profundizar en el entendimiento de esos factores que incrementan o disminuyen el efecto positivo de la interacción con otros sobre el aprendizaje.