Todo se fragmenta. Esa parece ser la marca que dejan estos comicios en Santa Fe, más allá de los márgenes de incerteza que puedan quedar sobre quién es el gobernador electo y que se despejarán en el escrutinio definitivo.

Es que a nivel provincial fue una elección de tres tercios, con una paridad nunca vista: entre el 30,7 por ciento que Miguel Lifschitz tenía en el recuento provisorio y el 29,2 por ciento de Perotti hay tres candidatos con una diferencia total de apenas un punto y medio. O sea, nada.

El próximo gobernador será, seguramente, el menos votado en la historia de la provincia. Si se confirma el triunfo de Lifschitz, tendrá la suerte de que la representación parlamentaria no será acorde a este triple empate. Primero porque la lista que encabezaba Antonio Bonfatti sacó unos diez puntos más que él. Pero además porque el anticuado sistema santafesino le da a la nómina ganadora una mayoría automática de 28 bancas sobre el total de 50.

Como sea, el candidato a gobernador del Frente Progresista no sólo pudo retener los votos que en las Paso fueron al radical Mario Barletta, sino que incluso creció aún más hasta totalizar 547.748, unos 160 mil que dos meses atrás. 

El PRO, que pintaba como favorito después de su buena performance de las Paso, prácticamente no pudo crecer en estos dos meses: Del Sel sacó 536.580 el 19 de abril y llevaba 545.633 este domingo. Lo que demostró que la estrategia macrista de poner candidatos cuya única cualidad visible es la popularidad tiene un límite: la desconfianza que la falta de experiencia puede despertar en la ciudadanía a la hora de delegarles una gestión de gobierno.

No, no es poca la cosecha del Midachi. Pero parecía que estaba para ganar la carrera, y si bien aún no la da por perdida, Macri se privó de la foto de la victoria que esperaba llevarse este domingo a la noche de Santa Fe para potenciar su candidatura presidencial. 

Daniel Scioli no vino a Santa Fe el fin de semana. Pero debe haber sonreído en La Plata al ver los guarismos de Omar Perotti, a quien apoyó fuerte en la campaña. El rafaelino, que cuando comenzó todo el proceso pintaba para convidado de piedra, estuvo cerca del batacazo y le devolvió al justicialismo un protagonismo que había perdido en la anterior elección de gobernador. 

Su performance terminó de configurar este escenario de tercios, una realidad que con números menos ajustados también se repite en Rosario, donde Lifschitz ganó pero por una ventaja muy exigua y donde ni siquiera el gobernador Bonfatti, que como candidato a diputado fue otra vez el dirigente más votado de Santa Fe, hizo una buena elección: obtuvo el 31 por ciento, contra el 40 que sacó a nivel provincial.

Es decir que, más allá de la mejora con respecto a las Paso, hubo otra vez en la ciudad un amplio voto en contra del socialismo, que debe agradecer a la dispersión opositora –tanto a nivel municipal como a nivel provincial– la posibilidad de seguir en el poder por otros cuatro años.

La fragmentación –por ejemplo la que tendrá el nuevo Concejo Municipal– puede complicar la gestión. Pero esta vez, al socialismo, lo ayudó para una elección que dos meses atrás muchos ya creían perdida.