“La formación del profesorado” es el eje que articula la propuesta de los Congresos Regionales de Educación de la Fundación Archipiélago. El 16 de septiembre se llevó a cabo la quinta edición de este ciclo que se plantea como un “tiempo y un espacio” para la construcción, discusión y análisis de los componentes que deben constituir al docente en un profesional de nuestra sociedad.

Andrea Brito, licenciada en Ciencias de la Educación egresada de la Universidad de Buenos Aires y Magíster en Ciencias Sociales con Orientación en Educación (FLACSO), brindó la conferencia "Enseñar hoy, entre la cultura letrada y la cultura digital: perspectivas, contrastes y matices”, en el cual planteó el dilema de lo que implica enseñar en las escuelas en un tiempo de transición cultural.

“Es un tiempo marcado por transformaciones sociales, culturales y tecnológicas fuertes. La pregunta hoy es cómo la escuela pasa de un modelo muy arraigado en formas de vincularse con el conocimiento, propios de la cultura letrada, a nuevas modalidades de aprendizaje que plantea la cultura digital”, expresa Brito.

La especialista cuenta que hay diferentes perspectivas desde las cuales es posible abordar la cuestión: “A veces miramos la problemática desde el pasado, desde una idea de la escuela ligada al progreso, a la civilización, a los valores asociados a la cultura impresa, donde el libro siempre fue el depositario del saber y donde el maestro siempre fue el intermediario entre los estudiantes y el conocimiento”.

“Hoy surgen otras perspectivas más asociadas a las coordenadas de la cultura digital donde ya hay otras formas y tiempos para aprender y por lo tanto la idea de la enseñanza desde el lado del adulto comienza a desdibujarse y parece perder el lugar privilegiado. Es una postura que refuerza el contacto directo entre la información y el sujeto, a través de los dispositivos tecnológicos”, agrega Brito.

Entre estas dos posturas la investigadora sugiere introducir la idea de los matices. “El lugar de la escuela es el de transmisión de la cultura, es decir que no hablamos solamente de adquirir información sino de construir conocimiento. Hay que pensar cuál es el lugar del adulto hoy en esta nueva configuración”.

Respecto a cómo se posiciona el docente hoy frente a esta nueva cultura, Brito sostiene que en primer lugar hay que diferenciar a los que nacieron en este nuevo marco digital de los que se formaron en la cultura letrada. “Los docentes son los que más saben sobre este cambio cultural porque no son ajenos a lo que está pasando y lo viven en la práctica cotidiana. El tema es cómo abordarlo y pensar el sentido educativo de estos nuevos usos digitales. Es decir, cómo puede insertarse en la relación pedagógica, en el contexto del aula, más allá del uso instrumental, y cómo puede ser pensado como una tecnología que está al servicio del aprendizaje de saberes relevantes más allá de las ventajas técnicas que tiene en sí misma”.

Consultada respecto al rol del Estado en la promoción de políticas de inclusión digital, Brito comenta que en los últimos 10 años hubo una política pública muy fuerte orientada al acceso a la cultura digital a través de la distribución notebooks que fue muy importante y necesita ser profundizada: “Obviamente que esta política necesita de un trabajo con los docentes para pensar cómo incorporarlo en la práctica diaria del aula. Es el Estado quien, a través de sus medidas determina los rumbos de la educación y luego está el trabajo cotidiano que se hace al interior de las escuelas. En ese sentido, el cambio debe realizarse en ambos niveles”.

En relación a los nuevos modos de lectura que propone la cultura digital, la especialista sostiene que existe un nuevo modo de leer atravesado por la idea de fragmento y de hiperconexión. “Uno no lee un texto completo sino que va hilando secuencias de textos distintos que conforman un mapa alejado a lo que era la unidad del libro. Uno es autor de su propio recorrido de lector. Hay una intervención mayor pero no absoluta tampoco y depende de las habilidades que se cultivan para hacerlo”.

“Es una lectura que configura una relación distinta con lo escrito. Ambos tipos de lectura coexisten y aunque sean dos modalidades diferentes el tiempo de lectura que me demanda es el mismo. Lo que hay que estudiar es cuáles son los procesos cognitivos que se activan en cada modo de lectura”, concluye.