El jueves se conmemoró el desembarco de las tropas argentinas en el Atlántico Sur, ocurrido en 1982, y el inicio de la Guerra de Malvinas para intentar recuperar la soberanía en las Islas. A los argumentos históricos y geográficos que abonan el reclamo argentino, un investigador del Conicet sumó un fundamento científico relevante. Su estudio demuestra que la Plataforma Continental Argentina y las Islas conforman un ecosistema conjunto.

Flavio Quintana vivía en Buenos Aires pero su obsesión desde pequeño era el comportamiento de los animales; por eso estudió biología y se mudó a Puerto Madryn, al Centro Nacional Patagónico del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Cenpat-Conicet), para investigar la conducta del lobo marino del sur. Un buen día, su interés fue más allá, y quiso conocer qué sucedía cuando las especies marinas se encontraban mar adentro, buceando en aguas profundas lejos de la vista de los seres humanos.

Entonces, en 1997 logró algo inédito: incorporar pequeñas cámaras con tecnología satelital a aves –pingüinos, cormoranes, petreles– y mamíferos marinos –elefantes y lobos marinos-– para seguir su circuito de inmersión desde el paralelo 42 hacia abajo, en toda la costa patagónica del Mar Argentino. Los datos que le devolvieron las imágenes de las horas de buceo de esos animales fueron ricos, interesantes y variados, pero hubo algo que lo conmovió especialmente: comprobar la similitud de especies entre la Plataforma Continental Argentina y las Islas Malvinas.

“A través de esas imágenes pudimos ver cómo ambos lugares forman un espacio homogéneo y amalgamado de especies, una unidad ecológica funcional. Es el hombre el que intenta dividir el mar e imponer límites, pero las aves y los mamíferos marinos sobrevuelan esas supuestas jurisdicciones, integrándolas de una manera perfecta”, señaló.

“Una unidad”

Quintana es investigador principal del Conicet y recuerda que la primera vez que vio el mar fue en unas vacaciones con su familia, cuando sintió temor al tener esa inmensidad delante de sus ojos. Años después volvería a estar cerca del mar, pero ya por razones profesionales.

Cuando se mudó de Capital Federal hacia Puerto Madryn para hacer su beca doctoral, volvió a pasar horas frente a las aguas de Península Valdés, observándolo. A partir de ahí su relación con el océano cambió. “Ahora tengo un nexo muy distinto con el mar, que es mi objeto de estudio. Casi diría que es un lazo espiritual”, afirma.

Ese mismo mar es el que le acerca datos que le disparan, cada 2 de abril, la reflexión sobre la soberanía argentina en las Islas Malvinas. Tal como cuenta, cuando las aves marinas o los mamíferos se sumergen, tanto del lado de la Plataforma Continental Argentina como en Malvinas, utilizan los mismos espacios del mar y se enfrentan a los mismos problemas para conseguir su alimento. “Eso indica que el espacio argentino y las Islas Malvinas son una unidad. Las aves y los mamíferos marinos subrayan esa idea”.

¿Qué comparten las Malvinas y la Plataforma Continental Argentina?

En primer lugar, una gran cantidad de especies. Tanto en la Península Valdés como en las Islas, se reproducen los mismos mamíferos marinos, lobos, elefantes, pingüinos de Magallanes, pingüinos de penacho amarillo y pingüinos Papúa. “Todas estas especies comparten áreas de reproducción en un lugar y en el otro”, indica Quintana. Estas especies coinciden, también, en los lugares donde buscan alimentos, en el tipo de comida que buscan, en que navegan y sobrevuelan las aguas de la misma forma y bucean a las mismas profundidades. “De hecho –explica Quintana– se pueden encontrar animales provenientes de las Islas Malvinas y de la Plataforma Continental buscando su alimento en un mismo sector marino”.

Pero hay más: cuando la mirada de los científicos se posa más allá de las especies que habitan las aguas, hacia las características del paisaje marítimo, se encuentran nuevas similitudes. “En términos oceanográficos –dice el investigador– las dos corrientes que gobiernan el ecosistema marino del Atlántico Sur son exactamente las mismas”. Ellas son: la corriente de Malvinas –fría y muy rica en nutrientes– y la corriente de Brasil –más cálida y pobre en nutrientes–. “çEsa es una muestra más de ecología soberana: no podemos diferenciar a las Malvinas del resto de la Plataforma Continental”.

Aguas profundas

En su laboratorio de Ecología de Predadores Tope del Instituto de Biología de Organismos Marinos del Cenpat, Quintana y su equipo procesan los datos con un programa que se usa normalmente para ver videos de deportistas y les permite ralentizar momentos de la filmación. De ese modo, estudian y conocen en profundidad el comportamiento de los predadores tope, fundamentales en el ecosistema ya que son los que se encuentran en la cima de la cadena alimenticia y que, por lo tanto, no tienen depredadores naturales.

Es que como los binoculares y los telescopios no les alcanzaban para su objetivo de estudio –no les permitía hacer un seguimiento de los animales hasta lugares remotos– diez años atrás, estos científicos decidieron introducir pequeñas camaritas y otros dispositivos tecnológicos satelitales y de grabación en la espalda de los animales, para conocer a través de esas imágenes el lugar de alimentación de dichas especies, cuánto tiempo gastan en el mar, cuánta energía toman del agua y qué cosas consumen, entre otros datos. El fin último es aplicar toda esa información a la conservación de animales y al Mar Argentino en su conjunto.

“El uso de tecnología electrónica para el estudio del comportamiento animal –dice Quintana, que actualmente utiliza como fuentes de datos oceanográficos las imágenes que le traen 500 cormoranes imperiales, 200 pingüinos de Magallanes y decenas de petreles gigantes– nos abrió una puerta inmensa hacia ambientes submarinos extremos en profundidades imposibles y totalmente inaccesibles. Ahora –afirma– podemos entender lo que hacen los animales y también conocer ese ambiente”.

Los registros que más maravillaron al científico fueron los que le mostraron la capacidad de las especies de explorar ambientes extremos. Las imágenes de los elefantes marinos buceando a mil metros de profundidad en el borde de la Plataforma Continental Argentina durante dos horas, con apnea, sin volver a la superficie.