“Si uno piensa hoy en la escuela tradicional o las formaciones de las currículas creo que hay un desfasaje, entre la realidad, es decir, lo que el alumno lleva desde su casa, de sus prácticas, su quehacer cotidiano y lo que la escuela le puede brindar. En ese sentido me parece que hay que replantearse qué es lo que se enseña: cómo se enseña, y de qué manera se enseña”, explica Sebastián Ramiro Castro Rojas, doctor en Comunicación Social por la Universidad Nacional de Rosario, docente e investigador, que desde fines de los años 90, realiza estudios sobre las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), en diferentes ámbitos, pero siempre en su relación con los jóvenes.

Reflexionando acerca de si la escuela debe ser reformada o no, y cómo deben incorporarse las nuevas tecnologías al aula, como una herramienta más o como un cambio del modelo de enseñanza-aprendizaje, Castro Rojas sostiene: “Ya no se puede pensar en una escuela vertical, la práctica docente, la pedagogía son todos aspectos que deben repensarse desde el punto de vista de la incorporación de las TIC en la escuela, en el aula, en la currícula”. Y agrega: “No sé si hablaría de un cambio de paradigma porque es una palabra muy compleja que refiere a lo que nos estructura, pero sí hay que pensar en que hay un modelo diferente de enseñanza, nuevas maneras de aprehensión y de construcción del conocimiento”.

Castro Rojas explica que este fenómeno de mutación que se da en el ámbito de la educación tiene que ver con las mismas prácticas cotidianas de los jóvenes: “Si uno piensa en el adolescente de hoy, ¿cómo construye el conocimiento? Mira videos por YouTube, mensajea por WhatsApp, habla por Skype y sube fotos a Instagram. Es un sujeto fragmentado y de ese modo construye sus saberes, de manera fragmentaria. Por eso nosotros, como docentes, tenemos que pensar en nuevas formas de llegar a ellos”.

El investigador pone en palabras lo que todos los educadores perciben a la hora de pararse frente a los estudiantes: “Con la educación tradicional de la Modernidad los docentes no llegan a los adolescentes, los chicos se aburren”. Por eso, reflexionando acerca de su propia práctica, sostiene que la tarea que tiene el docente hoy es la exploración: “Que el docente empiece a ver cuál es la demanda del grupo y ahí hay que pensar en currículas flexibles, que no tengan contenidos rígidos. Los contenidos deben deberían ser adaptados, pensados para situaciones específicas”. Asistimos a un cambio de poderes: ya no es más el docente el portador de todo el saber, el alumno trae consigo muchos conocimientos que deben ser tenidos en cuenta: “Más que enseñar el docente tiene que vehiculizar. En muchos casos son los adolescentes los que enseñan al docente”.

Castro Rojas explica que estamos en un momento de inflexión, de hibridación donde conviven tres generaciones. Por un lado, las generaciones que están más entradas en edad que son más resistentes a los cambios, a la incorporación de nuevas estrategias pedagógicas que incluyan la incorporación de nuevas tecnologías o plataformas digitales. Por otro lado, hay un sector intermedio que las incorporó pero no le fue bien y que vuelven al modelo tradicional. Y por último, las nuevas generaciones que tratan de modificar la conducta de enseñanza que prevalece con nuevas ideas, nuevos formatos que por ahí no llegan a penetrar en las instituciones pero sí en los alumnos.

“Hay que dejar de lado la visión de que es el docente quien tiene el conocimiento sino que el conocimiento se construye en el aula, con los participantes del aula. El docente tiene que ser el moderador, tiene que estar en esa etapa intermedia, habilitar saberes. El ´aula sin muros´ del que habla McLuhan, hoy es un hecho. Como docente tengo que retrabajar con la experiencia del alumno que trae de afuera y explotarla en el aula. Hay que abordar las clases desde la transdiciplinariedad, proponiendo actividades que incluyan investigación, múltiples lenguajes”, manifiesta el investigador y cuenta acerca de experiencias en otros países en donde se “derriban los muros”, se trabaja por proyectos, es decir cada grupo puede construir su propio trayecto. En vez de haber un docente por curso hay tres docentes y lo que hacen es incentivar las creaciones, la participación a partir de lo que les interesa a ellos. No hay horarios ni currículas rígidas. “Creo que hay que apostar a propuestas de ese tipo”, concluye.