El Dioctophyma renale es un peligroso invasor de gran tamaño que también puede ser contraído por el hombre. En el animal, el parásito se aloja directamente en los riñones, por lo que para su detección alcanza con un simple análisis de orina. Sin embargo, cuando este microorganismo –conocido vulgarmente como “gusano de riñón gigante”– es contraído por el hombre, puede alojarse en otros órganos y, consecuentemente, no ser detectable a través de la orina. 

Nilda Radman, profesora titular de la cátedra de Parasitología Comparada, explicó a Argentina Investiga que “dado que el parásito en humanos puede estar asentado en otros órganos o tejidos, es necesario un análisis de sangre para descubrirlo. Por esa razón, el trabajo de investigación está orientado a diseñar un kit diagnóstico –que aún no existe en el mundo– para detectar de forma indirecta (a través de anticuerpos) su presencia en la sangre de humanos a través del método ELISA (una técnica que se utiliza para diagnosticar muchas enfermedades conocidas, como por ejemplo el VIH-SIDA)”. 

El grupo de trabajo comenzó a realizar diagnóstico y tratamiento en perros del barrio El Molino, de Punta Lara. Se trata de una zona ribereña que suele inundarse y tiene zanjas donde eventualmente también se liberan desechos, un ambiente propicio para el desarrollo de este parásito cuyo ciclo de vida está ligado al agua.

Los hallazgos registrados por el equipo de extensionistas encabezado por Radman en caninos de esa región demuestran que existe una alta prevalencia de Dioctophyma renale -detectada a través de un análisis de orina- en la que aparecen larvas alojadas en los riñones del animal y, como no tiene tratamiento, es necesario extirparlo mediante cirugía.

Si bien aún no se determinó la presencia de huevos en orina de humanos, los investigadores advirtieron que eso no significa que ningún poblador esté infectado, sino sólo que no están infectados sus riñones. 

El Dioctophyma renale es uno de los nematodos (un gusano redondo) más grandes que puede afectar a cualquier mamífero. Sus hembras pueden superar el metro de longitud y son de color rojo. En términos de salud genera alarma ya que no existen drogas reconocidas para su tratamiento. El ciclo de contagio se inicia siempre por vía digestiva con otro tipo de gusano (un pequeñoanélido de agua dulce prácticamente imperceptible a la vista), o ranas y peces que aparecen frecuentemente en el agua de las zanjas y contienen larvas del parásito.

Cuando un perro o un humano ingiere agua contaminada, o pescados y ranas crudos o poco cocidos, las larvas ingresan al organismo, se asientan y crecen y de esta manera infectan a quien será su “hospedador definitivo”. En los perros, comúnmente se ubica en el riñón y, dado que alcanza grandes proporciones, el único tratamiento posible es retirar los enormes gusanos a través de una cirugía o, en casos más graves, extirpar el riñón quirúrgicamente.

Radman, quien también dirige diferentes proyectos de extensión, voluntariado e investigación, remarcó que “pocos equipos científicos en el mundo trabajan sobre este extraño parásito”. Según la doctora María Inés Gamboa, quien interviene en la codirección del proyecto, el objetivo final de la investigación es “elevar el estándar sanitario del barrio, desde una perspectiva integral de la salud que incluye la salud ambiental y animal, asociadas a la salud humana”.

Detección, tratamiento e investigación 

El equipo de investigación se ocupa específicamente de la detección, tratamiento e investigación de este tipo de microorganismos. Durante los últimos años realizó en el barrio El Molino unos 30 talleres de prevención y promoción de la salud, a los que asistieron más de 400 adultos y 700 niños. Además, se tomaron 350 muestras de orina que establecieron que uno de cada tres perros de ese barrio posee nematodo.

La Facultad de Ciencias Veterinarias comenzó a realizar cirugías renales en los perros infectados y, en casos menos complejos -en los que el parásito está libre en el abdomen o escroto- en el quirófano móvil aportado por la municipalidad de Ensenada. Para el resto de los parásitos encontrados, se administraron antiparasitarios a unos 300 animales.