Ya lo dijo Roberto Fontanarrosa en su célebre discurso en la Feria del Libro de Rosario en el 2006: “Yo desde mi ignorancia me hago una pregunta: ¿Por qué los chicos se tienen que levantar tan temprano para ir a la escuela? Gardel se levantaba a las ocho de la noche. Y fue Gardel.“

¿Hay alguna evidencia empírica que demuestre que el mejor horario para que los adolescentes de secundaria, del turno matutino, empiecen su jornada escolar es entre las 7 o 7.30 y 8 de la mañana ¿Están más frescos a esa hora y aprenden más por estar temprano en clase? ¿Es una regla obligatoria que las clases de secundaria, en todos los sistemas del mundo, arranquen en esas horas en el turno mañana?, son los interrogantes que se plantean al ver cómo los chicos luchan diariamente para mantenerse despiertos mientras la profesora habla.

La respuesta a ambas cuestiones es no y hay evidencia científica concluyente para afirmarlo: empezar las clases antes de las 8 de la mañana afecta negativamente el rendimiento académico de los adolescentes no sólo en las clases que se dictan a esa hora; también el desempeño escolar a lo largo de todo el día.

Esto surge de un trabajo de investigación , "A's from Zzzzz's? The causal effect of school start time on the academic achievement of adolescents", de los investigadores Carrel, Maghakian y West, que muestra resultados palpables acerca de la relación causal, no ya la simple correlación o coincidencia o la mera hipótesis, entre el horario de inicio de clases en secundaria y el desempeño académico de los adolescentes. Cuanto más temprano empiezan, peor performance escolar. Cuanto más tarde, mejor.

La lógica detrás de esta evidencia es puramente biológica y la neurociencia y la psicología cognitiva la conocen desde hace años. Breve: el ritmo circadiano -esa suerte de reloj biológico cableado en el cerebro que regula las horas de sueño y de alerta- funciona diferente en los adolescentes. Todo pasa por la hormona inductora del sueño, la melatonina, y sus ritmos y niveles de producción.

La historia sigue así: recién a las 11 de la noche, empieza la producción de melatonina en los adolescentes. Cerca de las 8 de la mañana, se detiene. Es decir, recién entonces el cerebro adolescente está despierto y alerta. Antes de esa hora, los cerebros adolescentes están inundados de hormona del sueño. Están dormidos. Literalmente. El estudio lo pone en blanco y negro: "Despertar a un adolescente a las 7 de la mañana es equivalente a despertar a un adulto a las 4 de la madrugada".

Visto el panorama de la educación en la Argentina, no es un detalle menor esto del horario de clases y su impacto académico. La secundaria argentina tiene serios problemas a la hora de motivar y retener adolescentes de todos los sectores sociales. También tiene enormes desafíos para mejorar sus aprendizajes. Toda intervención que pueda torcer este rumbo debería ser al menos discutida.

El tema alcanza también un plano muy familiar. Cualquier padre de adolescentes lo sabe. ¿Estamos condenados a la batalla diaria para arrancar de la cama a ese hijo adolescente que se resiste a conectar con la realidad cuando el reloj todavía no dio las 7?

En la Argentina parece que sí. Adolescentes más o menos desganados tienen que estar en clase entre las 7 y poco antes de las 8 según el distrito escolar. Así pasa, por ejemplo, inclusive, en Santa Cruz, donde en pleno junio y julio es noche cerrada y el frío cae bajo cero y los chicos igual tienen que salir de la cama para llegar 7.30 a la escuela. O 7.20 en algunos casos, según explican desde el ministerio de Educación santacruceño.

En la provincia de Santa Fe, otro ejemplo, algunas secundarias esperan a los chicos a las 7 de la mañana. Los adolescentes mendocinos tienen algo más de suerte: el timbre suena de cerca de las 8. En la Ciudad de Buenos Aires entran a las 7.30, lo mismo que en provincia de Buenos Aires. El mapa de la Argentina confirma esta tendencia horaria para el nivel secundario. En el Colegio Nacional de Buenos Aires el turno mañana empieza a las 7.30 y el turno vespertino, que arranca a las 17.25, tiene mala prensa entre los padres de los ingresantes.

Los chicos se quedan despiertos hasta tarde no por razones sociales como el uso nocturno de redes sociales, aunque tienen algún peso, sino por pura biología. Aunque los obliguemos a ir a la cama temprano, sin el iPhone en la mesita de luz, no necesariamente se dormirán inmediatamente. Lo mismo con levantarse temprano.

¿Tiene algún sentido pedagógico esta consistencia horaria en nuestra organización escolar? Parece más bien que cada mañana, la secundaria argentina está dando la batalla equivocada: el estudio de Carrell y su equipo obliga a pensar de vuelta la lógica pedagógica nacional que administra la vida de millones de adolescentes argentinos.

Porque hay otro resultado central en este paper: posponer tan sólo en 50 minutos el horario de inicio de clase de la secundaria por la mañana produce un efecto positivo en el desempeño académico de los alumnos, similar al efecto que produciría aumentar la calidad docente en un punto de desviación estándar.

Una política educativa que produzca un impacto positivo de esas dimensiones es excepcional. Y además, según el trabajo, es más "costo efectiva".

 

Fuente: Luciana Vázque. - La Nación