La cifra de casos anuales detectados ha pasado de un millón a 300.000 en los últimos veinte años. Desde 2005 se ha estabilizado entre los 200 y los 300.000, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una cifra que sigue provocando vértigo.

Causada por una microbacteria transmitida por las vías respiratorias, la lepra es una enfermedad infecciosa conocida desde la Antigüedad, pero que desapareció espontáneamente de los países occidentales paralelamente a la mejora de la calidad de vida y el nivel de higiene.

La enfermedad afecta primero a la piel, después al sistema nervioso y si no es tratada a tiempo, puede provocar parálisis, mutilación de los miembros, y ceguera.

Su evolución extremadamente lenta - la incubación dura entre uno y diez años, a veces más - hace que sea una enfermedad difícil de controlar en una veintena de países pobres, en el sur de Asia, África o América Latina, donde es endémica.

Con motivo de la 62ª Jornada Mundial de la Lepra, que se celebra el último domingo de enero, las asociaciones de lucha contra esta enfermedad movilizarán este fin de semana a miles de voluntarios para colectar fondos

La detección precoz como arma

Según la OMS, India es el país más afectado (con más de 127.000 casos en 2013), seguido de Brasil (31.000), Indonesia (cerca de 17.000) y dos países africanos, Etiopía y República Democrática del  Congo (entre 3.500 y 4.000 nuevos casos).

Desde 1995, la OMS ofrece gratuitamente a los países pobres tratamientos que combinan tres antibióticos, lo que ha permitido a entre 15 y 16 millones de personas recuperarse. De ellas, no obstante, entre un 20 y un 30% padece minusvalías definitivas. En ausencia de una vacuna eficaz, la detección precoz es la única arma actual para limitar sus secuelas, según los especialistas.