Llegó el día. Después de tanta palabra, de tantos cruces, de tantos spots televisivos, al menos por 10 horas, entre las 8 y las 18, el protagonismo lo tiene el ciudadano con una herramienta poderosa: el voto.

Más de 32 millones de argentinos –incluidos los chicos de entre 16 y 18 años que por primera vez pueden votar si así lo desean– definirán este domingo quién presidirá la Argentina los próximos cuatro años o qué dos candidatos competirán, por la Jefatura del Estado, el 22 de noviembre próximo en una eventual segunda vuelta.

En rigor, esa es la clave del resultado de este domingo: si hay o no balotaje. Si el candidato del oficialista Frente para la Victoria, Daniel Scioli, gana en primera vuelta o si deberá disputar una nueva elección con quien salga segundo, entre Mauricio Macri (Cambiemos) y Sergio Massa (Frente UNA). Las encuestas ponen al jefe de Gobierno porteño por delante del ex intendente de Tigre.

Para que Scioli evite la segunda vuelta debería o bien alcanzar el 45 por ciento de los votos –algo que asoma difícil atento al 38,4 que sacó en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (Paso)– o pasar el 40 y sacarle 10 puntos al segundo. El hecho de que haya tres candidatos competitivos favorece esta última posibilidad, ya que en principio –siempre según los pronósticos previos que electorado puede hacer añicos– no apareció la polarización que hubiera puesto al segundo más cerca del primero.

La incógnita, se supone, se develará cerca de la medianoche del domingo, cuando según el gobierno nacional habrá una tendencia definitiva del recuento provisorio de votos.

Como sea, el liderazgo que viene se vislumbra bien diferente al que termina. El kirchnerismo cierra un ciclo de 12 años que produjo cambios rotundos en la Argentina. La presidenta saliente, Cristina Kirchner, conserva niveles de apoyo que sólo su marido, Néstor Kirchner, superó al entregar el gobierno a otro presidente elegido por el pueblo. Pero también con un índice de rechazo lo suficientemente alto como para que pensar que el cambio de signo político es una posibilidad.

Justamente ese peso político que conserva la presidenta le permitió influir fuertemente en la candidatura de Scioli. Le puso de candidato a vice un hombre de su más estrecha confianza, Carlos Zannini, y el gobernador bonaerense nunca se despegó de una defensa a ultranza de las políticas oficialistas.

Eso mismo llevó a que, ante la necesidad de mostrar un perfil propio, el candidato anunciara un eventual gabinete con un núcleo netamente sciolista y dirigentes del kirchnerismo, pero no del más duro.

Justamente, uno de los cuestionamientos opositores a Scioli es que un eventual gobierno suyo sería una continuidad de un modelo que consideran agotado.

En rigor, tanto Macri como Massa plantean el compromiso de mantener lo que consideran que se hizo bien –por caso, hoy nadie propone privatizar empresas estatizadas– pero a la vez cuestionan la corrupción, el falseo de datos estadísticos y la falta de diálogo político, entre otras cosas.

Los otros tres candidatos que pasaron las Paso y compiten este domingo son Margarita Stolbizer (Progresistas), Adolfo Rodríguez Saá (Compromiso Federal) y Nicolás del Caño (Frente de Izquierda). 

Como sea, la opinión del electorado es ahora lo verdaderamente importante. Y eso es lo que se expresará este domingo tan importante para la historia de la democracia argentina.