El laboratorio Apolo, cuya caldera salió despedida por una fuerte presión de vapor el lunes pasado ocasionando el derrumbe de gran parte de las instalaciones y una vivienda lindera –su morador resultó con la mitad del cuerpo quemado–tiene un pasado, al menos turbio. No sólo por sus constantes violaciones a clausuras sino por uno de sus ex dueños, quien mientras estuvo al frente de la empresa, resultó procesado por un fraude al Pami.

En diálogo con el programa de Roberto Caferra, Radiópolis (Radio 2), la ex direrctora del Pami, Graciela Ocaña, dio precisiones al respecto. “Salinas trabajaba como testaferro con algunas clínicas del Conurbano que prestaban servicios para Pami bajo orden de un señor (Rubén) Romano, él era la base y tenía distintos testaferros. Salinas fue procesado y embargado por millones de pesos. De Romano encontramos cuentas en Suiza con fondos que, evidentemente, provenían de parte del saqueo al Pami”, sostuvo.

“Cuando asumí la dirección del Pami –siguió Ocaña– terminamos con las gerenciadoras, esa tercerización sin sentido y siempre lo califiqué como parasitaria, donde esta gente se quedaba con el 15, el 20 por ciento de lo que paga el Pami y no llegaba a las clínicas. En esta causa Salina está procesado, era parte de esa estructura de soborno en perjuicios de las clínicas, tenían que contratar con ellos”. Y agregó para aclarar: “Tenían el contrato y le decían a las clínicas que si querían prestar servicios tenían que dejarles un porcentaje, por eso están procesados”.

Según destacó la actual legisladora porteña, el procesamiento data de 2007: “El señor sigue suelto y vaya a saber haciendo qué. Habría que ver quién está detrás de Salinas”.

Salinas adquirió el laboratorio en 2005. En 2012 se generó un proceso de vaciamiento y deuda a los los trabajadores. Luego, fue denunciado por los mismos empleados entre febrero de 2011 y principios de 2012 porque los sueros que vendía no eran sometidos a controles.

Mientras tanto, los trabajadores resistieron y armaron una cooperativa que funcionó hasta el desembarco de un nuevo dueño, Ariel Furfaro, a quien los mismos empleados vinculan con Salinas.