Guillermo Ghergo / Alan Monzón

La ceremonia se repite cada Viernes Santo desde hace 35 años en la zona norte de la ciudad. Y otra vez, la concurrencia fue masiva. El tradicional Vía Crucis encabezado por el padre Ignacio recorrió las 14 estaciones ubicadas entre barrio Rucci y Parque Field y culminó poco después de la medianoche con la bendición en la gran cruz de Palestina y avenida de los Granaderos. Hasta ese lugar llegó la multitud –que según los organizadores superó los 250 mil fieles– para escuchar el mensaje del carismático sacerdote que pidió “un cambio moral de todos” para “abandonar la violencia, la droga y la justicia por mano propia”.

También rezó por los ancianos, los enfermos y los niños. Y hasta se animó a confesar “el gran amor” que siente por la ciudad: “Muchos todavía me preguntan si me voy a ir a Paraná. Puedo ir a cualquier parte pero Rosario conquistó mi corazón. El día que me tenga que jubilar me voy a quedar en Rosario”, dijo Ignacio y desató la ovación de los fieles.

En el altar preparado para el cierre de la ceremonia, una foto de Ignacio y otra del Papa rodearon la imagen de la Virgen y la cruz. La referencia a Francisco fue ineludible. “Me preguntaron esta tarde si el Papa hizo algún cambio y yo respondí: «Sí, en el corazón de todos»”, dijo.

También Ignacio pidió “que Argentina vuelva a cambiar” para tener “salud, trabajo y paz”. Hizo un llamado a "educar en lugar de construir cárceles” que fue aplaudido por los fieles. “Gracias Nacho”, decía un gran cartel que se desplegó en medio de la oración final. Visiblemente emocionado, Ignacio saludó y bajó del palco central para estar cara a cara con los feligreses que agradecieron el gesto.

Las oraciones de Ignacio Peries fueron seguidas con atención desde temprano. A las 20.32 arrancó la procesión que este año tuvo la custodia de gendarmes y prefectos, además de los agentes de la policía provincial. Un móvil de la Guardia Urbana Municipal (GUM) encabezó el cordón humano que rodeaba la cruz que luego sería bendecida al final del trayecto.

Los colaboradores de la parroquia Natividad del Señor repartieron pequeñas cruces durante el recorrido y habilitaron el ingreso de los fieles a persignarse ante el Cristo de madera que era transportado por las calles.

Los vendedores ambulantes se instalaron en todo el camino con rosarios, estampitas, fotos del papa Francisco y del padre Ignacio. También los puestos de choripanes, empanadas de vigilia, torta, café y gaseosas se llenaron clientes. En Walt Disney y Zenón Pereyra, justo en la 10ª estación, los jóvenes del barrio tenían la oferta de la noche: “Tres rosquitas y un café a sólo cinco pesos”.

Un poco más adelante, seminaristas de la orden Cruzada del Espíritu Santo de varios países, recibieron las plegarias y pedidos que los fieles depositaron escritos en una urna y dieron bendiciones que varios recibieron entre lágrimas. El camión de ex combatientes de Malvinas volvió a estar presente para repartir bebida caliente, con mayor demanda cuando el frío de la noche comenzaba a sentirse.

También varios vecinos pusieron sus viviendas al servicio del acto religioso con un cartel improvisado anunciando “baño a voluntad”. Frente al palco central, antes que llegara la procesión, muchos ya tenían desplegados sus banquitos y sillas playeras. Siguieron lo que pasaba en el Vía Crucis por la transmisión en vivo de Radio 2 y tuvieron el primer lugar para la bendición final.