Quizás no subían fotos y videos a través de una computadora, ni se desesperaban por cosechar retuits, pero las hermanas Leticia y Olga Cossettini, docentes que trabajaron durante años en Rosario, idearon una red social que combinó la acción de los chicos con el barrio, con jornadas en plazas, producción de miel, coro de pájaros, cría de animales, poesía, y el contacto con intelectuales de época que formaron una trama de ida y vuelta transformadora.

Así lo explican los responsables del Archivo Cossettini, un espacio físico-virtual que depende del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y dentro del Instituto Rosario de Investigaciones en Ciencias de la Educación (Irice).

“No es descabellado decir que tanto una escuela no excluyente abierta a la comunidad, como las redes sociales actuales no son novedosas: desde entonces ellas mantenían una activa red social en torno a una práctica educativa que desplegaba el pensamiento crítico y la expresión del niño en su diversidad. No desconocían las posibilidades del contacto físico-virtual. En todo sentido, ellas fueron pioneras”, afirmó Patricia San Martín, vicedirectora del Instituto Rosario de Investigaciones en Ciencias de la Educación (Irice).

En palabras de Leticia Cossettini, según resumió en una entrevista, era la “comunicación permanente de pueblo, escuela y chicos” con un “lenguaje sencillo que se establece entre personas que conversam, que preguntam porque no entienden o porque quieren saber”.

Ni Facebook, ni Twitter

Según el informe publicado en Conicet.gov.ar, entre 1935 y 1950, en Argentina, funcionó una red social tan intensa como las de hoy, con contenido cultural, político y de difusión. No se apoyaba en internet sino en el género epistolar; y el que la ideó no fue Mark Zuckenberg sino las hermanas Leticia y Olga Cossettini, educadoras argentinas, que de manera espontánea -pero no por eso sin intención- se vincularon con intelectuales de la época como Victoria Ocampo, Ernesto Sábato, Manuel Castagnino, Margarita Xirgu o Jorge Romero Brest.

De ese modo, lograron visibilizar su innovador proyecto de Escuela Abierta, con el eje puesto en darle centralidad al niño y a su subjetividad y pensar la escuela como un espacio de expresión del alumno en todos los ámbitos posibles -las ciencias, el arte y el desarrollo del lenguaje y la escritura. En los años 50, las hermanas Cossettini fueron removidas de sus cargos como directora y maestra de la escuela N º 69 “Dr. Gabriel Carrasco” de Rosario respectivamente, pero su legado quedó intacto gracias a aquellos documentos, hoy resguardados, digitalizados y disponibles en el Archivo Pedagógico Cossettini, patrimonio del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) desde 2005.

“El Archivo Cossettini es un espacio físico-virtual de Acceso Abierto; concebido como espacio activo y generador de conocimientos e investigaciones. En su modo virtual es un gran hipertexto con cuatro claves de entrada que posibilitan explorar la producción de los niños que asistían a la escuela, la producción teórica de clase de Olga y Leticia, las acciones y actividades comunitarias que se llevaban adelante en la escuela y el testimonio de la red social trazado por estas hermanas, como así también artículos científicos, videos, música, enlaces a otros sitios de referencia y propuestas de interacción”, explica Patricia San Martín, investigadora y vicedirectora del Irice, del que también depende el Archivo, siendo responsable del mismo desde 1989, Javiera Díaz, personal de apoyo profesional.

¿Quiénes fueron Olga y Leticia Cossettini?

Las hermanas docentes comenzaron su tarea como educadoras en Rafaela, donde se constituyó la primer experiencia de Escuela Serena y el trabajo conjunto con otros educadores que deseaban también renovar la escuela. Luego en Rosario, en la Escuela provincial N°69 Gabriel Carrasco impulsaron una experiencia inspirada en el Movimiento de Escuela Activa, realizando su propia síntesis adecuada al contexto regional.

Eran mujeres que en la década del 40, defendían los derechos de las mujeres, la educación laica, la postura antibélica y la cuestión sudamericana –en su escuela se estudiaba la cultura de los pueblos originarios de América poniéndolos en un lugar de privilegio. Ambas, además, estaban relacionadas con la intelectualidad de la época emparentada con la inmigración y cultivaron vínculos con pensadores y también con figuras internacionales, siempre según el resumen que difundió Conicet en su página oficial.

El barrio, la primera red

Acorde a su pedagogía, los alumnos de su escuela estaban vinculados con el barrio: realizaban jornadas de divulgación en plazas, producían miel, criaban animales de granja. Estaban organizados en un centro de estudiantes cooperativo que les permitía distribuir los insumos y gestionar cuestiones como la compra de útiles escolares para aquellos estudiantes que no pudiesen solventar sus gastos. “Todos colaboraban para tener las mismas posibilidades”, recupera San Martín. Padres y vecinos también estaban implicados en la comunidad educativa.

A pesar de su valor, la experiencia pedagógica de las Cossettini terminó en 1950, por decisión gubernamental. En una carta escrita de puño y letra por Olga, dirigida a las autoridades del Ministerio de Educación de la época que la exoneraron, señala que la acusaron de practicar actividades “antiargentinas”.

“La escuela de la señorita Olga”, el documental de Mario Piazza.

El inicio del Archivo

Una vez proscriptas, sus alumnos les alcanzaron todos los registros de su paso por la institución, y ellas los atesoraron con profunda conciencia de la importancia de su legado: guardaron fotografías, cuadernos de alumnos, planificaciones, diarios de maestros, acuarelas de niños, manuscritos inéditos, filmaciones, cartas y su biblioteca. Recién en 1989, ya en democracia, Leticia dona el material al Irice y se constituye así el Archivo pedagógico Cossettini.

En el 2001, en el marco de sus investigaciones y desarrollos, Patricia San Martín dirige las primeras tareas de digitalización del Archivo y luego en 2005 el Conicet lo declara parte de su patrimonio, lo que potenció su ordenamiento, conservación, digitalización  y de transferencia del fondo documental, a cargo de Javiera Díaz y grupo de colaboradores.

Asimismo,  a cargo de Díaz, se crea el proyecto “La escuela Cossettini viaja”, una valija itinerante que contiene duplicaciones de documentos del archivo, destinada a docentes, padres y niños con la intención de “devolver una experiencia de escuela a las escuelas”. Entonces, a partir de 2014, se comienza en el nuevo sitio web institucional, el diseño y desarrollo de “Memoria y Experiencia Cossettini. donde se puede navegar y reflexionar construyendo distintos itinerarios de lectura, escritura, intercambios y producciones creativas.

La potencialidad de internet no sólo da mayor visibilidad al Archivo sino qu. amplifica la accesibilidad de la experiencia Cossettini. Hoy se suman al equipo becarios y pasantes que trabajan para que personas con problemáticas visuales puedan leer estos materiales digitalizados.

“En las hermanas Cossettini –retoma San Martín- hay una apuesta muy fuerte a un cambio en la visión del sistema educativo tradicional y lo demuestra claramente además de la práctica pedagógica, el legado de fotografías, filmaciones y textos que ellas documentaban. Lo paradójico es que hoy una multiplicidad de discursos sobre innovación educativa tanto a nivel nacional como internacional promueven con énfasis varias de las prácticas activas que ellas ponían en obra, “olvidando” antecedentes fundantes tales como esta experiencia. Por ejemplo, si en su época hubieran tenido internet y las posibilidades de edición participativa de lo digital, seguramente la hubiesen utilizado ampliamente. Recordemos qu. ellas trabajaban con diarios, editaban conjuntamente con los niños una revista que recopilaba las producciones escolares y la distribuían también a nivel internacional”.

Y continúa: “En el aula estaba siempre presente la actualidad de lo que sucedía en el mundo respetando la sensibilidad de los niños: se dialogaba con trabajadores, artistas, se escuchaba. discos que llegaban al país, se exploraba el entorno natural, se trabajaba con reproducciones de obras del museo local y a su vez se producían muestras plásticas creativas, poesía, música, movimiento expresivo vinculando tanto la literatura como los espacios geográficos, históricos y las diversas culturas. En este sentido, no es descabellado decir que tanto una escuela no excluyente abierta a la comunidad, como las redes sociales actuales no son novedosas: desde entonces ellas mantenían una activa red social en torno a una práctica educativa que desplegaba el pensamiento crítico y la expresión del niño en su diversidad. No desconocían las posibilidades del contacto físico-virtual. En todo sentido, ellas fueron pioneras”.