La Defensora Regional de Reconquista realizó una investigación que involucra a toda la provincia y cuyos datos son preocupantes. Detectaron 328 denuncias por torturas, 278 de las cuales fueron perpetradas por uniformados, pero pocas, apenas el 20 por ciento, llegaron a la Justicia. Aunque en la mayoría de los casos se utilizó la violencia de los puños, hay historias que se refieren al uso de picanas, un elemento que recuerda uno de los capítulos más oscuros de la historia argentina. La responsable del relevamiento, Ariana Quiroga, dio detalles del informe por Radio 2.

En contacto con Radiópolis, Quiroga explicó que la mayoría de las denuncias no prospera en Tribunales porque las víctimas temen represalias.

El trabajo –señaló la defensora– surgió de la Secretaría de Prevención contra la violencia institucional –cargo que concursó y ganó el criminólogo Enrique Font–, a partir de datos recabados entre el 1 de noviembre de 2013 al 15 de diciembre de 2014 por el Registro Provincial de Casos de Torturas y Abusos policiales que depende de la Defensoría Penal.

En ese período, se detectaron 328 casos de torturas, la mayoría de las cuales, 278, involucraron en calidad de autor a personal de las fuerzas de seguridad, quienes, no obstante, lograron mantener su anonimato en 256 oportunidades, porque iban vestidos de civil o bien porque no portaban la insignia identificatoria.

Quiroga precisó que la mayoría de los hechos denunciados fueron perpetrados en la vía pública, durante el momento de la detención, generalmente en horas de la madrugada; y que la forma de violencia más utilizada es la física, a través de golpes de puño. Sin embargo, algunas víctimas hablaron sobre el uso de picanas eléctricas, balas de goma y en ocasiones, la aplicación del submarino.

La defensora se refirió también a la agresión verbal y psicológica que reciben algunas personas al ser arrestadas, otro costado del abuso policial.

Asimismo, reveló que los mismos defensores son muchas veces hostigados para frustrar el avance de este tipo de denuncias. A veces, con amenazas solapadas, otras, a través de los medios de comunicación con campañas de desprestigio promovidas por actores involucrados.