Fotos mal sacadas con cámaras berretas de cosas que ve todo el mundo, decía el primer libro de Proyecto Cartele hace quince años.

Proyecto cartele

Mucho cambió desde esa época. Primero, las cámaras, que hoy son parte de los teléfonos y lejos están de ser berretas. Y si bien las fotos pueden no tener calidad profesional, de algo podemos estar seguros: estos letreros no son algo que vea todo el mundo.

Hay que estar con el ojo muy atento para descubrirlos. Son un puñado de los carteles más asombrosos, divertidos y, muchas veces, involuntariamente humorísticos de la vía pública. Ejemplares muy difíciles de hallar en un safari fotográfico cazacartele.

Están ocultos ante multitudes de carteles que nos venden, nos ofrecen, nos indican o nos prohíben cosas. Y estos carteles, en cambio, son chuecos, desprolijos y artesanales, hechos por personas, no por marcas. Y, por sobre todo, nos sacan risas con todo el cuerpo.

Y eso los define como Cartele. Así, sin ese. Pero con mucha risa. Y eso nunca cambió.