El hígado es el órgano más voluminoso del cuerpo. Durante gran parte de nuestra vida intrauterina, es el encargado de fabricar los glóbulos rojos y una vez nacidos, cumple además otras funciones centrales como producir la bilis para facilitar la digestión, almacenar hierro y metabolizar las grasas, carbohidratos y proteínas.

Entre sus casi 2000 funciones, el hígado filtra y neutraliza las toxinas de la sangre. No es de sorprenderse entonces que hacernos “mala sangre” nos afecte como una “patada al hígado”. Cuando este órgano se enferma –habitualmente debido a situaciones de estrés y al exceso de grasas y bebidas alcohólicas en nuestra alimentación- es fundamental ayudarlo a eliminar las toxinas.

Síntomas de un hígado poco saludable

- Boca seca y “pegajosa”, especialmente al despertarse. El mal aliento, un sabor amargo por la mañana y la lengua recubierta por una capa blancuzca o amarillenta son indicadores de que nuestro hígado necesita desintoxicarse.
- Piel y ojos amarillentos.
- Dolor de cabeza. Los trastornos hepáticos suelen ser responsables de molestos dolores de cabeza que se caracterizan por una sensación de “pesadez” en toda la cabeza y no en una sola región.
- Trastornos en el sueño. Cuando el hígado está congestionado se altera nuestra capacidad para lograr un sueño continuo y reparador, especialmente durante la madrugada.
- Orina turbia y escasa.
- Uñas agrietadas y quebradizas.

Además de ser el órgano de mayor complejidad metabólica del cuerpo, el hígado tiene una enorme capacidad de regeneración. Para reducir los daños a las células hepáticas y potenciar su proceso de reparación, la medicina tradicional propone algunas recomendaciones:

- Mantener una dieta baja en proteínas y grasas.
- Incorporar a la alimentación cotidiana al menos cinco porciones de frutas –preferentemente con cáscara- y hortalizas de todos los colores, dos de ellas en crudo.
- Evitar el consumo de alcohol –especialmente si se tienen antecedentes de alguna enfermedad hepática previa-.
- Decir no al tabaco.
- No automedicarse. Muchos medicamentos –incluso los de venta libre como el paracetamol- son absorbidos por el hígado. Es muy importante consultar con el médico antes de ingerir algún medicamento y respetar la dosis prescripta.
- Beber al menos dos litros de agua por día. Una forma práctica de incorporar la cantidad adecuada consiste en repartirla en ocho vasos diarios (dos en el transcurso de la mañana, dos al mediodía, dos durante la tarde y dos a la hora de la cena).

Alimentación depurativa

El hígado es un filtro, y como todo filtro requiere eventualmente una limpieza. Algunos alimentos nos ayudan a recuperar y mantener nuestra salud hepática:

- Jugo de manzana. Por su alto contenido de ácido málico, el jugo de manzana fresco –no el industrial-, es un poderoso desintoxicante natural que ayuda también a ablandar los cálculos del hígado y la vesícula biliar.
- Remolacha y rabanito: consumidos frescos ejercen efectos depurativos y desinflamatorios sobre el hígado.
- Jugo de pomelo: beber un vaso diario preferentemente en ayunas, ayuda al hígado a producir una mayor cantidad de bilis. De esta forma captura más fácilmente las moléculas de grasa y las excreta sin absorberlas.

La naturaleza nos brinda poderosos hepatoprotectores que muchas veces guardamos, sin sospecharlo siquiera, en la alacena de la cocina.

- Diente de león: también conocida como “achicoria amarga”, esta es una planta silvestre cuyas flores amarillas no sólo son comestibles sino que resultan deliciosas incorporadas a las ensaladas que preparamos todos los días. Sin embargo, sus propiedades se concentran aún más cuando realizamos una tisana hirviendo media taza de flores y capullos durante 15 minutos en medio litro de agua.

- Melisa: popularizada en la industria cosmética y farmacéutica como “citronela”, esta planta originaria del sur de Europa es un poderoso sedante natural que ayuda no sólo a combatir el insomnio y los síntomas del estrés, sino también a aumentar la producción de bilis y calmar el dolor provocado por una mala digestión. Para obtener la infusión de melisa clásica de las abuelas, se hierve durante 15 minutos una cucharada de hojas secas por cada taza de agua.

- Boldo: las hojas de este arbusto originario de Chile se destacan por sus propiedades digestivas, antiinflamatorias, regenerativas y depurativas. Es un gran protector del hígado que previene, además, la formación de cálculos biliares. La infusión –que puede obtenerse utilizando tanto hojas secas como frescas- se realiza con una cucharada de hojas secas por cada taza de agua, dejar reposar y beber.

- Alcaucil: esta planta de origen europeo es un excelente hepatoprotector que optimiza las funciones del hígado y lo desinflama. Sus hojas carnosas pueden comerse crudas o cocidas, y al constituir una buena fuente de hierro, es recomendable beber incluso el agua resultante de la cocción. Una única salvedad: como sus principios amargos pueden pasar a la leche materna, es recomendable que las mujeres lactantes moderen su consumo.

- Menta: a partir de las hojas de esta planta -conocida también como menta piperita- se elabora un aceite con propiedades antiespasmódicas y antibacteriales que produce un efecto relajante sobre el tracto digestivo. La infusión de menta estimula la producción de bilis y por sus cualidades analgésicas, combate las molestias hepáticas, es desinflamante y depurativa. Para obtener una tisana reparadora caliente el agua hasta su punto de hervor, añada una cucharada de hojas de menta por cada taza y déjela reposar por tres minutos.