"Estamos invitando a los más pequeños a desear todo cuanto no se puede compartir, a competir no sólo contra los adversarios, sino ante los propios compañeros. Este tipo de laureles atentan contra los valores esenciales del deporte", dice Oscar Cano.

La peor noticia es que la lógica de la premiación del Balón de Oro se adjuntó en la percepción sobre el juego por parte de entrenadores, periodistas y jugadores.

El espíritu y la difusión de la premiación se enmarca en una lógica individualista que se prioriza en los medios de comunicación dominados por empresas que se dedican a vender productos en el deporte. Nada mejor para ellos que tener una figura estelar para identificar un símbolo que esté bien por arriba de sus colindantes y tenga en sus pies la última versión de los últimos botines en el mercado. La idea es aplaudir y gratificar a uno sólo justo en los deportes de equipo donde cuando todos son uno, el conjunto mejora su desempeño.

No debemos culpabilizar al mercado de problemas que no son del mercado (¿me estoy haciendo liberal?), en todo caso antes de la aparición del "libre mercado" como norma del mundo moderno los ciudadanos eran más pobres. El principal problema es que se analiza el fútbol en partes, individualizando jugadas y disociando en fragmentos las características de los jugadores.

La era Sportcenter aniquila la intención de ver fútbol. Al ritmo de dicciones casi incomprensibles debido a que en veinte segundos los presentadores deben mostrar una serie de partidos con el agregado de palabras como "gal", es muy fácil dejarse llevar por la valoración de las jugadas. Se miran jugadas y no se mira el juego, el fútbol en su totalidad. Los jugadores quieren hacer buenas jugadas para ser más valorados, los entrenadores los ponen porque quieren ganar y los periodistas los hipervaloran porque no vaya a ser que escriban algo contrario a los que todos observaron.

A medida que se profundiza el análisis y el conocimiento sobre una disciplina, aumenta el nivel de complejidad (no confundir con complejo o difícil). Johan Cruyff en una entrevista con la periodista catalana Monica Terribas dijo: “Todos saben porqué es muy bueno Messi. Ves sus jugadas y es indudable que es muy bueno. Ahora cuando preguntas porqué es muy bueno Xavi ya las respuestas comienzan a ser menos contundentes”. A su vez, marcaba una importante diferenciación: “Si yo miro una carrera de automóviles, me va a parecer que las gomas de los autos son todas iguales. Ahora si empiezo a profundizar, a conocer más, me puedo dar cuenta que no todas son iguales y que una breve modificación de espesor, puede cambiar el desarrollo de una competencia”.

Los numerosos premios de fin de año en relación al fútbol demuestran muchas veces que toda crisis (en cualquier disciplina) tiene que ver con una crisis de percepción. Si el análisis es fragmentando, parcializado, se realiza desde un enfoque reductor, las soluciones a los posibles problemas nacerán con otros problemas. En el fútbol se suele priorizar los análisis fragmentados. “Este jugador jugó bien, este otro mal”. Nos olvidamos que el jugar es colectivo y que en un juego de equipo los individuos son “en relación a su pares” y no actúan por si solos.

El contexto beneficia la valoración de jugadores como Messi o Cristiano Ronaldo, impecables, colosales en las definiciones o de arqueros que también entran en los fragmentos audiovisuales con grandes salvadas. Pero perjudica la valoración de jugadores que hacen mejores al resto, que multiplican las posibilidades de los demás. ¿Cómo puede ser que Xavi nunca haya sido reconocido?.

Es más sencillo analizar a Scocco que a Bernardi (al que le debemos un artículo sobre su legado en el fútbol rosarino), por poner un ejemplo. O mejor, a Cristiano Ronaldo que a Toni Kroos, por poner otro ejemplo que englobe al jugador que según esta columna debería ser premiado. Si se analiza de manera fragmentada a los dos jugadores y de criterios separados como: resistencia, remate, velocidad, fuerza, juego aéreo, ya saben todos quién ganará. Pero si hablamos del juego global, Toni Kroos hace mejores a sus compañeros, les entrega la pelota y hace que estén en mejores condiciones para continuar la jugada, interpreta movimientos y los hace en beneficio del conjunto. Une lo disociado (o a los que siguen pensando que ataque y defensa son elementos autónomos). En fin, hace bien todo lo que no sale en Sportcenter o lo que el enfoque cartesiano, reductor y lineal, descartó en el fútbol.

Individualizar a Messi no tiene sentido en un deporte colectivo. Ya sabemos que no es el mismo en diferentes contextos. Que necesita que la jugada esté armada, no armarla él. Que la pelota lo encuentre en las zonas de definición y que se complementa a la perfección con mediocampistas que tengan el control del partido y buena interpretación en los pases.

Sin embargo, no sólo los premios reducen la mirada sino que muchos entrenadores y analistas se acoplan con apreciaciones fragmentadas, entrenan con normas de un deporte individual en un deporte de conjunto, y evalúan a los jugadores dividiendo 90 minutos en pequeños trozos disociados.