Producción multimedia: Ezequiel Clérici.

En Santa Fe casi esquina Castellanos hay una casa con dos puertas. Las dos son de ingreso y están abiertas. Debajo de ambos marcos, ellas esperan que les digan que sí, que paguen y se vayan. Mientras tanto, cientos de autos, colectivos, motos y bicicletas siguen su curso hacia el oeste. Rosario atardece y lo bueno es que es viernes.

A Kelly le queda poco tiempo libre. Habla con Rosario3.com, mientras remarca con un lapicito sus cejas haciéndolas más oscuras que su propia piel dominicana. Es la cara –redondeada y enmarcada por una cabellera casi domada– de un grupo de mujeres que se autodenominan “trabajadoras sexuales” y que aseguran que formaron una cooperativa en la que todas mantienen la casa y se llevan su dinero, fruto del esfuerzo de “su cosa”, como dice esta mujer de 35 años entre risas.

En este video, la dominicana cuenta cómo llegó al país. Admite que fue víctima del proxenetismo y conoció el terror de estar encerrada, sin acceso a su propio documento de identidad en Buenos Aires. Después cuenta su incursión en la prostitución callejera en las inmediaciones de la terminal Mariano Moreno y sus primeros pasos en el “cooperativimo”.

También se refiere a la causa judicial en la que resultó procesada por promoción y facilitamiento de la prostitución, delito del que se declara inocente. Según remarca y repite, no se beneficia de las mujeres que se prostituyen en el lugar.

Defensora de la prostitución como trabajo, repasa lo que considera son sus beneficios pero no reniega de su costado oscuro: confía en que nunca dejaría que sus hijas fueran prostitutas aunque no sienta vergüenza de ganarse la vida con su sexo.