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En su casa de calle Laprida, que heredó de Ana María, su queridísima amiga, Dante Taparelli tiene sus libros. Tiene en realidad, una de cuatro bibliotecas. La historia de esa casa, en la que asegura convive con un fantasma, es sorprendente, casi tanto como muchas anécdotas que fue juntando a lo largo de su vida. Todas vividas en primera persona. “Soy la versión rosarina de Oliver Twist”, asegura.

Artista plástico y director de Diseño Urbano de la Municipalidad, Dante es en esencia un creador y sus obras están influenciadas por libros. No le gusta la ficción –“para eso está mi arte”, opina– sino el conocimiento técnico y el valor histórico. Tal vez por eso atesora todavía las viejas ediciones de Hobby, -la revista favorita de su niñez– que “si se acaba el mundo te ayudan a construirlo de nuevo”, ríe.

Le encantan las cartas. Lo transportan al momento de su escritura. Tiene bien guardada una firmada por Juan Perón sobre Augusto Vandor poco antes de su muerte y otra, menos célebre, sobre una persona que padeció bombardeos. Son sólo algunas. “Me la paso revolviendo volquetes buscando”, confiesa. 

Para él los libros sobre espiritualidad también son técnicos y su biblioteca esotérica es, quizás, la que guarda con más celo. “Los presto con hilo, con una maldición si no vuelven”, advierte, un poco en broma, un poco en serio.

¿De qué libro aprendió a respirar y así a curarse de una enfermedad mortal? ¿Qué lectura oriental lo hizo comprender una enseñanza de su madre? ¿Qué recomendó para el Club de Lectura?