El Territorio del poder es una suerte de hipertexto artístico en el que las palabras y la música se articulan en un todo dinámico, que se constituye como tal cuando el espectador conjuga las piezas independientes.

Tamaña apuesta está a cargo del músico Fernando Tarrés y del actor Leonardo Sbaraglia y se presenta este sábado, a las 21.30 en el Centro Cultural Parque de España, Sarmiento y el río.

“Todo comenzó con la realización de una serie de jornadas en conmemoración por los 35 años de la muerte de Rodofo Walsh. Allí se produjo un encuentro fortuito con Leo (Sbaraglia) que era parte de los artistas que se habían comprometido con el evento”, reseña Fernando Tarrés, director artístico de la apuesta, en diálogo con Rosario3.com.

La complejidad del poder, como trama en permanente actualización, y los bordes que supone un territorio, conforman el entramado del espectáculo que propone una interacción entre música y palabras.

“La idea es que el actor no está leyendo ni encarna un personaje, sino que juega con el límite del formato”, completa el guitarrista nacido en Córdoba.

La obra viaja una y otra vez en el tiempo, y las piezas se organizan sin rigor cronológico: algunos textos pueden tener siglos de diferencia entre sí, tal como las citas que aparecen en la proyecciones.

“El punto de partida fue un texto de (el premio Nobel de literatura) Elias Canetti pero como no era dramático en sí, tuvimos que generar herramientas para trabajar eso que nos había atraído del texto y la noción de poder”, completa el instrumentista, al tiempo que destaca una y otra vez que las referencias textuales “tienen valor propio” y “se prestan a jugar con las formas”.

“Son frases, textos, expresiones sueltas; relatos históricos, que cuentan distintas situaciones que pasan en diferentes lugares, y en distinta escala también, porque, por ejemplo, algunas son situaciones colectivas que pueden ser vistas desde una sola persona. Lo mismo ocurre con situaciones domésticas que tienen otra perspectiva de acuerdo a quien la tome. Funcionan como un gran rompecabezas donde cada pieza tiene un valor en sí mismo y le presta sentido al valor general”, explica Tarrés.

¿Y la música? Es también parte de ese rompecabezas que constituyen los textos. “Leo es muy musical y tiene una intuición sonora muy sólida. Además, las palabras funcionan como campos sonoros que va más allá del significado y en ese lugar nos encontramos”, cuenta el autor de obras de cámara y sinfonía.

“Se puede sacar una parte y cambiar por otra, como en un concierto. Aquí la curva dramática no está condicionada por un discurso. Entonces, es ver hasta que límite podemos llevar eso de mostrar las partes y que sea el público quien las arme”, afirma

La falta de un orden cronológico, la independencia de las piezas y la permanente actualización que propone el espectáculo, les permite a Tarrés y Sbaraglia, acompañados en escena por Pablo Fenoglio (trombón) y Damián Bolotín (violín), generar cambios cada vez que suben a escena.

Para Tarrés, en la obra “hay más información de la que puede recibirse”. El autor explica que en otros lenguajes, como el cine y la música, hay una preexistencia, una intención que organiza el discurso. En este caso, cada parte está al 100%. Dicho de otro modo, ni la música es incidental, ni las palabras están supeditadas a una historia.

“No lo pensamos desde el lugar de la agresión sino de una obra que ofrece la comida y es el público el que hace la selección, el que mastica”, finaliza.