La Organización Mundial de la Salud determinó que uno de los motivos más habituales de consulta médica, luego de la cefalea, es el mareo: una sensación que los seres humanos experimentamos con frecuencia y que debe ser abordada desde la especialidad correspondiente.

Los trastornos de equilibro inciden en la calidad de vida del paciente, llegando a ser incapacitantes e induciendo no sólo al ausentismo laboral sino también al cambio en la vida cotidiana de los afectados. Las crisis son impredecibles, por lo tanto el temor de que aparezcan modifica el comportamiento y las posibilidades de llevar adelante actividades sociales, haciendo que el enfermo se recluya en su casa, muchas veces dependiendo de un tercero que lo asista, cambiando su relación con la familia.

El sentido del equilibrio humano depende del llamado trípode del equilibrio, compuesto por: el laberinto, un órgano situado en el oído interno que es capaz de transmitir las sensaciones de inclinación y de aceleración de la cabeza; la visión; y por un sentido llamado propiocepción, que son las sensaciones que provienen de nuestros tendones y articulaciones. Esto quiere decir que el equilibrio es redundante, proviene de varias fuentes que, conjuntamente, le informan lo mismo a nuestro cerebro.

Es necesario hacer una distinción entre mareo y vértigo. El primero es un término no médico a partir de la cual se manifiestan diferentes sensaciones descriptas por los que la padecen como: “embotamiento”, “visión borrosa” o “caminar sobre algodones”.

Entonces, las causas del mareo pueden ser múltiples: desde baja presión, pasando por una anemia (que hace que menos glóbulos rojos lleven oxígeno al cerebro) o una disminución en azúcar en la sangre, hasta cualquier incongruencia del trípode del equilibrio. Por su parte la palabra vértigo es altamente específica e indica “alucinación de movimiento”: percepción de movimiento en la persona o del entorno que no ocurre realmente.

Los pacientes mencionan sensaciones que pueden ser: giro de uno mismo o de las cosas, de traslación, de elevarse o de hundirse. La importancia de identificar este síntoma radica en que el vértigo indica siempre un problema en el laberinto (ni la columna cervical, ni el hígado, ni los ojos, ni ningún otro órgano puede producir vértigos).

Ante estos síntomas, se sugiere consultar al médico especialista, o a una guardia médica si el paciente se encuentra con un cuadro agudo, ya que allí sabrán evaluar y derivar, para que el especialista realice el diagnóstico definitivo e indique el tratamiento correspondiente.

La especialidad encargada de actuar en este tipo de problemas es la Neuro-Otología, que estudia el funcionamiento normal y los trastornos del sistema del equilibrio.

Existen patologías que afectan el equilibrio, las más frecuentes son vértigo posicional paroxístico benigno, migraña asociada al vértigo, neuronitis vestibular, enfermedad de Meniere, trastornos del ánimo, neuropatías, enfermedades extrapiramidales, enfermedades cerebro-vasculares, entre otras.

Algunas pautas de prevención frente a los vértigos, mareos o inestabilidad son:

- Evitar cambiar bruscamente la posición del cuerpo o de la cabeza.
- Tomar abundante líquido, reducir la ingesta de alcohol y tener una alimentación variada.
- Realizar actividad física regular.
- Revisar periódicamente el funcionamiento de audífonos y anteojos.
- Consultar a su médico sobre la medicación que toma periódicamente.