El intestino humano puede albergar cien billones de microorganismos, sobre todo bacterias, pero también hongos aunque en menor proporción. La ciencia no se ha fijado tanto en ellos, pero ahora un nuevo estudio constata que la especie Mucor racemosus puede ser útil como biomarcador de riesgo cardiovascular.

Esta es la principal conclusión de un estudio recientemente publicado en la revista Beneficial Microbes y liderado por científicos españoles del Centro de Investigación Biomédica en Red-Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBEROBN), del Instituto de Investigación Sanitaria Pere Virgili (IISPV) y del Instituto de Investigación Biomédica de Gerona Doctor Josep Trueta (IdIBGi), tal como describe el portal horadeopinion.

El trabajo, según sus autores, refuerza la posibilidad de que la manipulación de la microbiota intestinal pueda ayudar a prevenir enfermedades cardiovasculares, según una nota del CIBEROBN.

El intestino humano posee una gran variedad de microorganismos (bacterias, hongos, parásitos, etc.) que forman un ecosistema natural.

Las bacterias son los componentes más abundantes de esta microbiota y se sabe que su calidad y composición están relacionadas con enfermedades como la obesidad y diabetes.

Por el contrario, la diversidad fúngica (micobiota, no confundir con microbiota) representa entre el 0,03 y el 0,2 por ciento de la microbiota intestinal y ha sido menos explorada; es en esta en la que precisamente se ha centrado este equipo de investigadores.

En concreto, a través de la investigación, los científicos vieron que la especie Mucor racemosus puede ser un biomarcador relevante de riesgo cardiovascular, lo que refuerza, según Fernández-Real, la posibilidad de que la manipulación de la micobiota intestinal puede ser útil en la prevención de enfermedades cardiovasculares.

Y es que, por ejemplo, hay componentes de este género Mucor que producen sustancias como el ácido gamma-linolénico, un ácido graso poliinsaturado con propiedades antiaterogénicas -evita que se obstruyan las arterias.

El objetivo sería manipular esa micobiota bien con fármacos, bien con hongos que produjeran, en este caso, esta sustancia, “lo cual abogaría por un papel potencialmente beneficioso del uso de este hongo como probiótico en la prevención de riesgos cardiovasculares”.

Además, los investigadores constataron que cuando los sujetos pierden peso, este tipo específico de hongo (Mucor racemosus) aumenta en abundancia, lo que también abre la puerta al tratamiento de la obesidad mediante la manipulación de este microorganismo.