De los posibles significados que “uno” ofrece, para el compositor, músico y médico uruguayo Daniel Drexler el significante se resume en "el fin de una encrucijada": la disociación entre la medicina (ciencia) y la música (arte). Esa aparente contradicción decantó con el paso de los años en una concurrencia que le permite en el presente disfrutar de una de las cualidades "más dinámicas" de ambos universos: la creatividad.

Por todo eso, Uno es el título de su último disco.

Producido por el artista carioca Alexandre Kassin, el álbum se grabó en Río de Janeiro, con tomas adicionales en Montevideo y Buenos Aires.

La placa, que cuenta cuenta con la coproducción de Dany López y Gonzalo Gutiérrez (Uruguay) y Matías Cella (Argentina), está integrada por doce canciones que enhebran un puente sonoro entre las tres ciudades.

En el registro participaron Marcos Suzano, Davi Moraes, Domenico Lacelloti, Leo Reis, Ana Prada y Martín Ibarburu, entre otros créditos; todos representantes de "la primera divisional A" de cada país.

Hoy me doy cuenta de que tener contacto con las dos áreas donde se manifiesta una de las cualidades más dinámicas de la existencia, que es la creatividad, es una bendición"

El resultado es un disco en el que conviven canciones urbanas, samba, bossa, candome y hasta un casi tango que esconde un rap, con letras que remiten a los vínculos humanos, el río, el amor, la ciencia y las creencias.

Antes de presentar Uno en Rosario, este sábado a las 21.30 en el Gran Salón de Plataforma Lavardén, Daniel Drexler respondió a las preguntas de Rosario3.com.

—¿Qué es Uno para vos? 
Uno es un disco de celebración del fin de una disociación, diría, porque durante muchos años –desde los 20 hasta los 36–, viví en dos universos paralelos. El universo del arte y la música, por un lado, y el de la ciencia y la medicina, por el otro. Era muy angustiante. Tenía la sensación de estar en dos universos irreconciliables, antagónicos. Además, sentía que debía tomar una decisión por uno de esos dos caminos: no lograba ser como Hernán Cortés y decir «quemo las naves y seguimos por este lado» Esa sensación se fue apagando de a poquito. A partir de los 40 me di cuenta de que estaba parado –y que estoy parado– en una encrucijada súper dinámica y enriquecedora entre la ciencia y el arte. Hoy me doy cuenta de que tener contacto con las dos áreas donde se manifiesta una de las cualidades más hermosas y dinámicas de la existencia, que es la creatividad, es una bendición y una fuente de vitalidad. Uno viene de unir cosas que aparentemente aparecen separadas y de pensar a «uno» como «yo» individuo. Luego de mucho tiempo, logré entender quién soy y también a valorarlo. 

La búsqueda fue tratar de expandir el lenguaje, más allá de lo que la canción quería decir, y que la escenografía sonora fuera un poco más exuberante"

—Grabaste el disco en Río de Janeiro, Montevideo y Buenos Ares. ¿Qué le aportó al registro?
—Hay un diálogo a lo largo de las doce canciones entre el universo musical carioca y el universo musical montevideano y rioplatense, en el sentido más amplio. Específicamente, hay un diálogo muy fluido entre la raíz afromontevideana –el candombe– y la raíz afrocarioca –mayormente representada por el samba–. La búsqueda fue tratar de expandir el lenguaje más allá de lo que la canción quería decir y que la escenografía sonora fuera un poco más exuberante. Fue una experiencia muy linda llevar estas canciones montevideanas a Río de Janeiro y exponerlas a una nueva metodología de trabajo. Tener la suerte de trabajar con músicos de la primera divisional A de la crema carioca y hacerlos interactuar con la primera divisional A de la crema montevidena (risas)… y ver cómo eso iba construyendo la geografía sonora del disco.

—¿Y de cuándo data ese interés?
—Tengo la sensación de que América del Sur está dividida en dos vertientes. Una es la andina, relacionada con el Océano Pacífico y el universo incaico, y la otra es la atlántica, relacionada con con el universo panguaraní. A mí me interesa esta última. Por ejemplo, hay géneros musicales que transcurren como si fuera un degradé, desde el sur al norte y del norte al sur. Géneros como la chamarrita, que se toca en la cuenca en el Río de la Plata, y va mutando hacia la chimarrita, de Río de Grande do Sul. Y hace años que tenía la intuición de que existía un parentesco musical entre Montevideo y Río de Janeiro. Entonces, fue algo divertido llevar canciones que eran candombes y ver cómo a Alexandre Kassin (productor de Uno) se le ocurría instrumentarlas, cómo los músicos se amalgamaban. Entonces, cuando llegué al estudio fue fácil. Fue maravilloso transitar en este disco ese puente intangible entre Montevideo y Río.

De la música, aprendí a vivir en el presente, a disfrutarlo, a respetar la emoción y la empatía"

—En el resultado final, además de candombe, bossa y samba también asoman valsecitos, milongas, un rap, registros de canción urbana, ¿qué te pasó a vos cuando lo escuchaste terminado?
—Una de mis referencias fundacionales han sido los discos de Los Beatles, que se caracterizan por sentir que uno está escuchando la radio y cambiando de estación en cada canción; vas saltando de un tipo de música a otra. Entonces, la verdad es qu. fue una búsqueda intencionada que el disco tenga variedad. Lo ecléctico en un disco es algo que siempre he buscado. 

Creo que la maravillosa revolución digital tuvo algunos subproductos negativos, entre ellos, la alienación"

—La medicina cura. Y la música, también. ¿Cómo conviven las dos ahora que lograste finalmente disfrutar de ambos «universos»?
—Con los años, logré llevar la medicina a la música. Como un imán, como una fuerza gravitatoria centrada en el sonido que, de alguna manera, atrajo todas las áreas de mi trabajo a jugar en torno a él. En la medicina trabajo con pacientes con hipoacusia y sordera, y sobre todo con tinnitus, que es una patología muy frecuente en los músicos. De la música aprendí a vivir en el presente, a disfrutarlo, a respetar la emoción y la empatía. Sin lugar a duda, logré mi mejor versión de la medicina cuando trasladé eso, lo que aprendí con la música: buscar la empatía con el paciente, entender que la cura es bidireccional, de la misma manera que la emoción arriba de un escenario lo es. Hoy sigo teniendo mi consulta en Montevideo, una vez por semana, y está centrada e. un tratamiento para el tinnitus que desarrollamos con un grupo de investigadores en el Uruguay. La idea surgió en el estudio, mientras estaba grabando mi disco La llave en la puerta.

—La música tiene mucho de matemáticas, de física. Ahora, ¿cuánto tiene de biología?
—La música es un producto biológico y está con nosotros desde que el sapiens es sapiens. Hace 150 mil años que nosotros venimos volcando nuestro genoma sobre la música. Inclusive, la forma. Y esto no lo estoy inventando yo. Los géneros musicales y estructuras musicales que se producen en determinadas regiones tienen un correlativo biológico en los memes, que son unidades de creatividad. Para mí la música tiene un montón de referencias matemáticas y físicas. Pero es, básicamente, un fenómeno biológico.

Logré mi mejor versión de la medicina cuando trasladé lo que aprendí con la música"

—¿Qué podés adelantar del recital de este sábado?
—Si uno se pregunta por qué la gente va a los recitales o por qué yo voy a dar un recital si en realidad podemos escuchar la música en Spotify o Deezer, ahí también hay una cuestión biológica que tiene que ver con nuestra especie, que es por definición, gregaria. Durante miles de años nos organizamos alrededor de un fuego a contar historias. Creo que la maravillosa revolución digital tuvo algunos subproductos negativos, entre ellos, la alienación. Y parece que nos sentimos más solos que antes cuando estábamos en la tribu. Entonces, cada vez tiene más sentido eso de juntarnos a compartir un momento y utilizar a la música, que es un gran vehículo empático, para que nos ayude a tejer esas telarañas intangibles de emoción que nos permitan por una hora u hora y media emocionarnos en conjunto. Eso es lo que espero de este y de todos los rectales, que haya emociones.