La venganza será terrible, el programa radial que conduce Alejandro Dolina desde hace treinta años, se presentará este sábado 18 de noviembre, a las 21.30, en el teatro Broadway. El “Negro” estará acompañado por Patricio Barton, Gillespi y el Trío sin nombre, integrado por Manuel Moreira, Martín Dolina y Ale Dolina. 

“Borges es el mejor escritor argentino”, aseveró cierta vez Alejandro Dolina. Segundos antes de hablar con el conductor de La Venganza…, se me ocurre que él podría encarnar aquella “Biblioteca de Babel” del cuento de Borges. Y, claro está, esa gran biblioteca podría derrumbarse sobre mí en plena entrevista. Pero Alejandro responde de manera cordial, con humildad de gigante, como si fuera ese amigo que conocimos en la noche.

—¿Cómo podrías definir La venganza será terrible?
—Es mejor no definirlo, porque es un programa de horizontes amplios, en virtud de su desorden, no por el talento sino por la ambición que tenemos. Estamos embarcados en un programa musical, pero también humorístico. A menudo se desliza por toboganes del pensamiento, con un componente teatral bastante fuerte y una serie de personajes que van variando. Hay pasos de comedia que tienen un tinte actoral. 

—¿Se puede decir que se establece un rito entre los protagonistas y el público, siempre marcado por el “aquí y ahora”?
—Así es, a nosotros nos gusta especialmente el contacto con el público de las provincias, mucho más que con el de la Capital. Incluyo en esta aseveración al Gran Buenos Aires. Son muy entusiastas. El público es un termómetro, un eco que uno necesita. En cambio, cuando no hay público, el silencio es demasiado fuerte y te quema. 

—¿En cuánto ayuda el oficio a la hora de hacer el programa? ¿Te parece noble la palabra “oficio”?
—Muchas veces se utiliza “oficio” para negar talento. Pero yo creo que el oficio es necesario, y más en algo irregular como un programa de radio, en el que no tenés otro abastecimiento que tu propia imaginación. Si se tratara de noticias o entrevistas, podríamos salir del paso. Acá se trata de inventar a cada momento. A veces uno tiene cierta imaginación, pero otras veces hay un oficio que te permite cerrar historias. Si la inspiración no aparece, está el oficio. 

—En La venganza… tus hijos te acompañan desde chicos. Antes se quedaban dormidos afuera del estudio, y ahora son parte del elenco. ¿Imaginabas eso?
—Sí, mis hijos han sido el peor de los públicos. Recuerdo una función muy exitosa en Mar del Plata, donde todos aplaudían de pie y gritaban, menos dos personas que eran mis hijos, durmiendo en sus butacas. Ahora me acompañan en el escenario, aunque yo no lo imaginaba. Pensaba que era una posibilidad, pero no he trabajado en ese sentido.

—Hace poco se lanzó el libro La venganza será terrible, 30 años. ¿Cómo surgió la idea de hacerlo? 
—Me parece que se le ocurrió a Dorio (Jorge). Cada uno empezó a aportar material e historias, que al principio me parecían distintas a las que yo recordaba, y empecé a corregirlas. Hasta que pensé que a lo mejor el equivocado era yo, porque el recuerdo siempre tiene algo de ficcional. Así que era mejor dejar las historias tal como venían, porque era así como estas personas las recordaban. Es un libro de recuerdos con muchísimas fotos y transcripciones de fragmentos del programa (charlas, radiocines y fragmentos humorísticos).

—En una entrevista que hicimos el año pasado, decías que escribir es una tarea muy ardua, donde uno tiene que pensar “para qué escribe” en cada oración. ¿Estás escribiendo en estos días?
—Sí, estoy escribiendo el mismo libro que escribía el año pasado. No está cerca el fin, pero ya se sabe de qué va el libro. Nunca es sencillo, al menos para mí. Hay gente que escribe cosas relacionadas con su propia vida, entonces le resulta más fácil porque no tiene que inventar sucesos, sino recordar. Yo trabajo con mucha dificultad, cada página me cuesta mucho.

—Con respecto a las lecturas, tuviste una formación desordenada y luego la fuiste ordenando, leyendo sobre semiología, filosofía, etc. 
—En los últimos años, tomé una colección de decisiones que ordenaron la lectura. Yo escribo mientras leo. Leo con un lápiz en la mano, subrayo los libros y tomo notas. Detestaba a las personas que estropeaban el placer de leer, pero después me di cuenta que el tomar notas era una cantera de ocurrencias que me sirven en el programa. Algunas veces, elijo leer un libro pensando que puede tener un contenido interesante para desarrollar luego en el programa.  

—Hace un tiempo, decías que “hay que reescribir el folclore del fútbol”. ¿Se puede aportar desde la literatura?
—Antes, nos parecía divertido que hubiera un poco de pica. Pero cuando la tarea de las hinchadas se convirtió en una especie de delincuencia profesional, y los cantitos le dieron lugar a la muerte y la violencia, me dejó de divertir el asunto. Entonces me pareció que había que reescribirlo y, más que nada, hay que dejar de fogonearlo como algo noble desde el periodismo deportivo. Muchos periodistas deportivos provienen, hoy en día, de esas mismas hinchadas. Hacen sobreactuaciones y se da la formación de un supuesto Star System, demasiado elegante. Pero también hay muchas y extraordinarias excepciones en el periodismo deportivo, especialmente de ex jugadores que aman al fútbol y lo entienden bien. 

—¿Cómo ves al peronismo en el marco de la oposición al gobierno.  
—Lo veo mal, se debe mejorar individual y colectivamente. Hay que prepararse mucho, estudiar, leer y juntarse. Salir a contestar las acciones del gobierno, casi automáticamente, no me parece una buena política. No creo que lo estemos haciendo bien. Hay que preguntarse por qué el neoliberalismo está ganando las elecciones, siendo lo que es. La gente parece pensar que hay que darle el dinero a los empresarios, que son los que saben qué hacer con ello. Pensando, quizá nos demos cuenta que hay nuevas formas de comunicación y manipulación, que evidentemente los liberales manejan mucho mejor que los peronistas. Y hay que ver si realmente hay tantos peronistas corruptos. Que los culpables sean condenados y los inocentes sean dejados en paz. 


—¿Pensás que el humor funciona como una línea de fuga? ¿Cómo funciona el humor en La venganza…?
-Nosotros hacemos mucha improvisación, pero con reglas lógicas, como la tiene la improvisación musical. Yo no soy un humorista profesional, lo que yo tengo de original es eso. Nuestro programa tiene pasos de humor, pero sin abandonar el rigor narrativo o informativo. Tengo mis preferencias humorísticas, que son Woody Allen y Les Luthiers. 

—Ese humor que fuiste desarrollando, ¿nació con el personaje Gómez que hacías en la radio, a la mañana?
—Sí, nació allí, con el Equipo Inmóvil. Mactas y Ulanovsky hacían un diálogo en el estudio y mi personaje, inaugurando el tono que usamos hoy en el programa, fingía que estaba por ejemplo en Rusia, cubriendo un partido de Argentina, hasta que todos se daban cuenta que en realidad estaba en la casa. Yo lo hacía al lado de ellos, porque en aquel tiempo no teníamos público. Así era la radio.