Asomarse al mundo de María Elena Walsh es recordar algunas de las lecturas más queridas de la infancia (la nuestra). Y es también, animarse saltar el tapial de la fantasía para rencontrarse con ese mundo en el que “la tetera es de porcelana, pero no se ve” y donde “una hormiga puede tener barriga”.

La editorial Sudamericana editó, recientemente, los libros El reino del revés, Dailan Kifki, Zoo loco y Tutú Maramba en versiones que respetan los lanzamientos originales de la escritora y poeta.

De hecho, el resultado son los poemas y canciones que hojeábamos cuando éramos chicxs, salvo por algunos detalles: están sin estrenar, vienen con tapa dura y se pusieron de pie las ilustraciones apaisadas (¿se acuerdan?)

 “Es muy emocionante porque son libros que marcaron nuestra infancia y que, hasta esta edición, o no se conseguían o los que había estaban muy leídos”, explicó, Violeta Noetinger, director. de la colección, a Rosario3.com.

Noetinger fue durante diez años la editora de María Elena Walsh en Alfaguara. Según explicó, la decisión de lanzar las reediciones surgió luego de qu esta editorial fuera comprada por Penguin Random House el último año.

De este modo, los libros de la también cantante y compositora argentina volvieron a Sudamericana.

El primer paso fue convocar a Sara Facio, última pareja de Walsh, quien se mostró dispuesta a avanzar con el proyecto. La tarea más compleja fue ubicar a Pedro Vilar, responsable de las ilustraciones que acompañaban –y lo siguen haciendo– en las ediciones originales a los textos de María Elena.

Según explicó la entrevistada, los datos que de él se tenían “eran muy viejos”: el teléfono del pasado no coincidía con los números del presente.

Sin embargo, el creador de esos trazos recordados por medianos y grandes estaba más cerca de esperado.

“Fue un trabajo medio de espionaje hasta dar con él. Y una vez que lo encontré me dijo «pero cómo que le costó encontrarme, si yo voy todos los días a almorzar ahí, al Caracol (nombre del bar en el que la escritora y el ilustrador se encontraban para trabajar en los libros conjuntos). Ahí mismo hay un cuadro mío con mi teléfono»”, reseñó Noetinger.

Como el dibujante no tenía todos los originales –“algunos habían sido vendidos por distintos avatares económicos”– se escanearon las imágenes para su digitalización.

El trabajo de recuperación involucró a una decena de personas, entre editores, escaneadores, retocadores y diseñadores.

El equipo, si bien evaluó en algún momento realizar algunas correcciones, optó por no intervenir y conservar ciertos “detalles” a modo de “guiño”. Casi como si el andamiaje tecnológico puesto al servicio de cada uno de estos cuatro ejemplares –se insiste, con un resultado impecable– se hubiese topado con el capricho analógico de “hasta acá llegaste”, esto es propiedad de los viejos (y nuevos) lectores de la Reina Batata.

“Queríamos mantener un diseño minimalista –sostuvo Noetinger–. Si bien hoy en día se hacen cosas muy complejas, no queríamos eso sino una versión un poquito mejorada de la que salió en su momento. Cuando todo está tan lleno, me parece que estos libros, al ser tan sencillos, atraen porque son distintos.”

Justo, porque la simpleza de esos trazos es la que se contrapone con lo frondoso del universo de Walsh.

¿Y qué ocurrió cuando el trabajo estuvo terminado?

“Primero, lo compartimos con la gente de la editorial. La sensación fue la de recuperar recuerdos que ni sabíamos que teníamos de estos libros. Nos conectó mucho con el lector que fuimos, que está relacionado con el lector que somos”, confió la editora, al tiempo que destacó el hecho de que los dibujos de Vilar “estén otra vez en las librerías, después de décadas.”

“Estoy muy contenta con recuperar estos libros para las próximas generaciones. Creo que tenían que regresar para los lectores. Y me intriga mucho cómo será ese puente de lectura entre chicos y grandes”, continuó.

Las primeras respuestas ya se hicieron escuchar con frases como “este es mi libro, yo aprendí a leer con él”.