Un importante preestreno “es la historia oral e improbable de la cinefilia porteña” pero que, tal como lo explicó el director Santiago Calori a Rosario3.com, puede ser también “la de cualquier otra ciudad argentina con cinéfilos ávidos”.

El documental se estrena este viernes a las 20.30, en El Cairo cine público, Santa Fe 1120, con entrada libre y gratuita. El director estará en la función y será presentado por Pablo Franza.

El filme ofrece un retrato –a partir de testimonios– de los cambios que operaron en las costumbres de ese (ávido) público y los distribuidores argentinos a partir del golpe de Estado de Juan Carlos Onganía y las sucesivas interrupciones institucionales.

“En ningún momento es una película melancólica. Me encontré con gente con más ganas de reírse que de pensar en lo que les había ocurrido. Y eso hizo que el filme se convirtiera en una comedia bastante demente”, destacó Calori.

“Se trataba de un público universitario que llenaba los cines, tal como hoy lo hace Harry Potter, pero para ver películas de Bergman y con funciones desde las 11 de la mañana”, señaló el también guionista de cine y televisión.

En la reconstrucción de esa épica participaron tanto distribuidores como cinéfilos quienes revelaron las “aventuras” ligadas a cintas que o bien no contaban con el aval para ser exhibidas o, para llegar a los espectadores, debían sufrir algún “corte”.

“En ningún momento es una película melancólica. Me encontré con gente con más ganas de reírse que de pensar en lo que les había ocurrido. Y eso hizo que el filme se convirtiera en una comedia bastante demente”.

Detrás de esa decisión estaba el Ente de Calificación que se regía por un estatuto. La concepción es atribuida a Ramiro de la Fuente y la cara visible fue Miguel Paulino Tato.

Ante la censura, el cinéfilo buscaba la manera de ver esa película de algún modo: viajando al Uruguay o “traficándola en super-8”, entre otras operaciones que Calori recupera en Un importante, su tercer título.

“La censura hizo también que un montón de distribuidores, queriendo llevar espectadores al cine, estrenaran películas que no tenían nada que ver con las que estaban prohibidas. Les ponían títulos parecidos o gancheros”, contó el director.

Citó como ejemplos Último tango en Roma –en vez de Último tango en París– o El Decamerón prohibidísimo en lugar de El Decamerón, de Pasolini.


Entre esos “adalides y defensores del séptimo arte” –como define el realizador a los distribuidores–, aparece un nombre conocido más allá de los bordes de la cinefilia y es el de Claudio María Domínguez.

El ex niño prodigio manejaba la distribuidora Clauen: “A él le debemos el estreno de la primera de los hermanos (Joel e Ethan) Cohen (Blood simple, estrenada como Simplemente sangre) o Las alas del deseo, de (Win) Wenders”.

“La manera que encontraron para hacer caja y poder traer películas de riesgo era presentar otras berretas con títulos rimbombantes. El mejor ejemplo es una película de suspenso razonable que se llamó Julie Darling y que ellos estrenaron como Déjala morir adentro. Lograron tenerla un año en cartel”, abundó el fundador de la revista La Cosa.

“No creo que no haya tanta gente viendo películas de Bergman porque se estrene The Avengers. Lo que no hay es tanta variedad: hay muchos cines dando la misma película”.

En el marco de la entrevista, el guionista de Ciega a citas también habló de los cambios que se produjeron en la producción, distribución y consumo de cine que, por cierto, exceden a los regímenes autoritarios y están ligados al mercado y las nuevas tecnologías.

“La figura de ese señor que viaja a Europa para traer una película y ver si la puede vender a un amigo con un cine; eso, despareció”, apuntó Calori, para contrastar con un presente en el que las salas son empresas que, muchas veces, forman parte de la producción de las cintas.

En tanto que, a la hora de pensar la pasión por el cine “antes” y “ahora”, Calori aseguró que “sigue existiendo, aunque como un hecho privado”.

“No creo que no haya tanta gente viendo películas de Bergman porque se estrene The Avengers. Lo que no hay es tanta variedad: hay muchos cines dando la misma película. Lo que no sé es si el nuevo cinéfilo es tan ávido de salir a buscar o si se queda con lo que le dan”, cerró.