Un ruso perdió la paciencia en un colectivo. Dos jóvenes, aparentemente borrachos, no paraban de cantar y poner música fuerte, sin respetar al resto de los pasajeros que estaban a bordo. 

Un pasajero que estaba detrás de los jóvenes que causaban alboroto pidió que dejen de molestar. Ante la negativa, optó por una solución simple: golpes.

Lo más insólito es que después de darles una paliza, se bajó en medio de una avenida principal. Los que estaban molestando, se quedaron en el molde.