Baltasara Editora acaba de publicar La Mala Fe y otras obras, del escritor y dramaturgo rosarino Leonel Giacometto, como parte de la Colección Teatro. Giacometto dirigió más de 10 obras teatrales de su autoría y varias de narrativa. También fue galardonado con premios nacionales e internacionales y sus obras han sido representadas en Argentina, España, Estados Unidos, Polonia, México y Costa Rica, entre otros países.

La Mala Fe se sitúa en 1951. En un tren que por esos tiempos hacía el recorrido entre las ciudades de Rosario y Buenos Aires. En un vagón coinciden un joven y taciturno sacerdote católico vestido de civil, una seductora y manipuladora madre y su provocativa hija adolescente, ambas provenientes de algún lugar más allá del monte santafecino. Las huelgas ferroviarias durante el primer gobierno de Perón, hacen detener el viaje, los obliga a descender y esperar por tiempo indefinido. Antes de la presentación, que será este jueves a las 19 en Mal de Archivo, en Moreno 477, la palabra de Giacometto.

—Cura, peronismo... ¿Qué tienen que ver con tu vida? ¿Han sido el peronismo y la religión algo que atravesó tu vida?

—Tanto al peronismo como a la religión (cristianismo y judaísmo) como a la temática nazi llegué por curiosidad y, quizás, por un referente por el cual siempre hago eje en mi dramaturgia: la ubicación del mal, qué es el mal en escena, etc. El mal como medida de todo, hacia arriba, hacia abajo, cómo representarlo (al mal) desde la escritura, desde la escena, cómo ser parte no siendo parte, cómo el daño puede ser salvación para algunos, y cómo tarde o temprano todo termina en el horror. Un decir.

—¿Cómo ves y definirías la dramaturgia argentina de la última década.   

—La dramaturgia, tanto como el teatro argentino en general, está dividida en dos: aquellos que abordan el proceso creativo de ensayos desde un texto escrito (anteriormente o “para”), y aquellos que surgen de la experiencia y mancomunción entre un elenco, un director y un dramaturgo. Las más de las veces, la figura de director, en estos segundos casos, hace de escritor y puestista de obra que quizás, después, no se multipliquen en sus representaciones como los otros espectáculos venidos de texto escritos anteriormente. En estos dos grandes ejemplos está divido el teatro, entre otras cuestiones socio-político-culturales.

—Afortunadamente tu obra no se puede encasillar porque entrás y salís de las "formas" con absoluta comodidad. ¿Preferís ser un líbero?

—Al teatro llegué por la escritura, por el periodismo cultural, por la dramaturgia. Por la curiosidad que me dieron los ensayos las primeras veces que asistí a uno, fue que estoy también en la producción de espectáculos perfomáticos y venidos de los cuerpos de los actores y los espacios físicos (Fingido, Real, Latente, Desenmascarameniento, y actualmente -en Rosario- estoy en proceso de ensayos Desmonte, con los actores Alexis Muiños y Juan Manuel Medina), donde yo no escribo de antemano y trabajo a partir de ensayos e improvisaciones largas con actores predispuestos a trabajar con este procedimiento.

—¿Es la argentina una sociedad prejuiciosa? ¿En qué?

—Hìper, pero no podría hablar preyorativamente de este asunto desde el punto de vista dramatúrgico. Uno trabaja con los prejucicios, los propios, los ajenos, los inventados, los miedos a todo lo que no se conoce y se especula. Para mi, los prejuicios no mueren, sino que los suplantamos ocn otros. Una alfombra de prejuicios y un montón de supuestos desperdicios (chismes, anécdotas, leyendas urbanas) son las bases de mi curiosidad para escribir y hacer anclar históricamente algunas de mis obras, así como la fascinación que tengo por el “concepto mal” desde chico.  

—De las obras que se reeditan, ¿cuál es tu favorita? 

—La Mala Fe.