Todo lo que necesitamos está ahí afuera. Así como todo lo que buscamos saber en esta era de hiperconectividad está a nuestro alcance pero insistimos en la procrastinación. Esa palabra define las ganas de distraerse, de perder tiempo en lugar de enfocarnos en aprender. Como país, nos pasa lo mismo. Hemos tenido y tenemos, a nuestro alcance, todo para desarrollarnos. Pero no lo hacemos. Y esta vez, si no tomamos esa decisión a tiempo, vamos a quedar para siempre en la periferia mendigante del planeta.

Esta semana, el neurólogo Facundo Manes, una eminencia que coordinó el equipo que operó a la ex Presidenta Cristina Fernández de un coágulo en el cerebro, visitó Rosario. A los que todavía intentan separar lo que vale la pena escuchar de aquello que es más de lo mismo les produjo, una vez más, esa sensación de epifanía. No es un profeta. Pero tiene la capacidad de hablarnos de lo que sabemos, está dentro nuestro. Una reveladora verdad que de tan obvia, es imposible de ver.

Parte de la conferencia sobre el valor del conocimiento que dió ante un teatro La Comedia colmado y con gente fuera rogando poder entrar giró en torno a las tendencias sociales que vendrán en los próximos siglos. Los que tuvimos el privilegio de entrevistarlo una vez más pudimos escuchar también sobre el valor del capital humano, que los gobiernos deben tener en cuenta.

El director del complejo de investigación y rehabilitación en neurociencias Fundación Ineco sostiene que hoy los países “encuentran no tanto sus riquezas en sus recursos naturales o financieros. Hoy la riqueza está en la capacidad de generar conocimiento que tienen esos países”.

Es decir, así como no hay una pastilla mágica para reforzar nuestro cerebro, así como es necesario dormir y tener un sueño reparador, evitar el sobrepeso, cuidar el colesterol, la tensión arterial, medir la glucemia, hacer ejercicio físico; es vital saber que como sociedad, nadie va a hacer por nosotros eso que le debemos al cuerpo. Cuidarlo. Cuidarnos.

¿Qué pasa si pensamos a la sociedad como un organismo vivo, un cuerpo que con el ejercicio se transforma en hábil constructor de nuevas conexiones cerebrales, capaz de controlar sus ansiedades, reforzar su creatividad, aprender algo nuevo aunque nos cueste, ponernos a prueba ante cada cambio como quien aprende un idioma y ve cuestionado todo un sistema de creencias? Aquellos que tuvimos la fortuna de alimentarnos bien y no “quemar etapas” para sobrevivir, podríamos hacer con la sociedad aquello de lo que somos conscientes cuando cuidamos nuestro cuerpo.

Sentirnos conectados. A un todo. En este momento, ante un nuevo salto cuántico de la humanidad, somos mucho más que capaces de trabar relaciones fuertes con otros seres humanos. Estamos generando nuevas conexiones. Es un proceso biológico indiscutido que estemos conectados con otros. Esto es lo que Manes, como toda una línea de investigación, representada por otras eminencias como John O'Keefe, May Britt, Edward Moser, pueden mostrarnos. A través de la inspiración.

Esto nos lleva a hablar de temas mucho más terrenales. Por ejemplo, el paro que este lunes 4 de abril harán los maestros de la Ctera en el marco de un nuevo año para conmemorar el asesinato del docente neuquino Carlos Fuentealba, fallecido en una protesta gremial en 2007. Resulta difícil pensar que tan loable ejercicio de memoria pueda verse empañado. Pero aquí es donde, como sociedad-organismo, estamos fallando. ¿Acaso no hubiera sido más importante, más comunicativo, más inspirador abrir todas las escuelas y que los chicos se comprometan con una de las tareas más importantes que tiene la comunidad educativa, como es la de enseñar en lugar de restarles un día más a los chicos? 

Hoy el mundo está globalizado, es competitivo, es complejo, está interconectado, dice Manes. Cosa que sabemos. Pero que no nos vuelve conscientes de que hoy el mayor valor del mundo es la capacidad de crear. La capacidad de los cerebros de los habitantes. La ciencia, la tecnología. La imaginación.

Hoy la Educación en Argentina no es buena. De 100 chicos que empiezan, 37 ó 40 terminan el secundario. De esa cantidad, el 50% no comprende lo que lee. Las universidades argentinas deberían ser mejores de lo que son, los empresarios deberían ser menos prebendarios del Estado de lo que son.

A continuación Manes descerraja estos conceptos. “Por más que el diagnóstico no nos guste, tenemos que hacer una revolución del conocimiento, que es mucho más que de la Educación. Es cerebro saludable, menos pobreza, malnutrición. Empresarios que generen más valor agregado. No hay que mirar a Japón, Korea del Sur, Finlandia. Japón es potencia y no tiene petróleo como Nigeria. Por qué podemos hacerlo? Porque lo hicimos. En 1869 Argentina tenía 80% de analfabetos. Una generación de argentinos hizo la educación pública, de la que disfrutamos. Nos beneficiamos. Y en 1947, Argentina tenía menos analfabetos que España e Italia: 12%. Luego empezamos una decadencia”.

Tuvimos todo. Tenemos poco. Nosotros, ¿qué pensamos?. Hace décadas los docentes transmitían información. “Ahora un chico tiene más información en el celular que el presidente de los Estados Unidos cuando decidió ir a la Luna. Hoy el rol del docente es ver cómo se organiza esa información,ver cómo se genera más información con la información disponible, cómo presentarla. Hoy se tiene que reinventar el docente cuando algo nos inspira, nos motiva y nos parece un ejemplo”, señala el neurólogo. El tiempo sigue transcurriendo mientras tanto y aún no hemos hecho nada.

Como sociedad-organismo vivo, planteémonos lo siguiente. Ya que las instituciones no lo han hecho por nosotros, ¿qué esperamos? . La viveza criolla nos hace no respetar las instituciones. Y ese no-respeto nos complica el desarrollo. “Hoy somos 40 millones en un territorio como el de la India, y no podemos desarrollarnos. La pobreza genera un impuesto mental negativo y la persona que es pobre no puede pensar más allá del día a día. Por másque el Estado asista, tenemos que ayudarlos a que salgan, mentalmente también de la pobreza”, reflexiona Manes. “Si no hacemos esta revolución, del conocimiento, vamos a fallar como país. Por más que el diagnóstico no nos guste, tenemos que hacer una revolución del conocimiento”, dispara.

Lo más relevante es entender, cuanto antes, que tenemos que hacerlo solos. Aunque conectados fuertemente con el otro a través de lazos solidarios, o fraternales, o amistosos, o profesionales en pos de un objetivo común. Recuperemos de aquellos pioneros del 1860, que ocho años atrás habían logrado que el gobernador Domingo Crespo declarara a Rosario ciudad sin fundador, la iniciativa ciudadana. El poder en nuestras manos. Cada uno de nosotros es un ciudadano con voluntad. Una neurona capaz de conectarse. Transformar la realidad desde nuestra humilde existencia.

Si, como dice Manes, nuestro paradigma de unidad más reciente fue que vuelva la democracia en 1983, debemos concentrarnos en que el paradigma que debe unirnos ahora es el del conocimiento. Menos pobreza, cerebros sanos, voluntad de ser mejores y aprender. Respetar.

Porque no es casual muchas veces nos fallen nuestros representantes: los dirigentes del Poder Ejecutivo, los legisladores que sin aprender de leyes existentes, aprueban nuevas. De jueces que olvidan que las hacen respetar para que vivamos más seguros y en paz. La viveza criolla que nos saca el hambre también nos impide ver más allá de nuestra supervivencia día a día. El hecho de que fracasen década tras década tiene que ver con una sola cosa: hemos fallado nosotros primero.